Muchos podrían confundirlo con la piedra preciosa protagonista en la película Titanic, del año 1997. Sin embargo, el diamante Hope existe y trae consigo una historia legendaria llena de misterios y supuestas maldiciones, que hicieron de su valor algo mucho más profundo que el dinero.

Se trata de un diamante azul del tamaño de una nuez, cuya equivalencia se estima en más de 200 millones de euros. Una de las gemas más espectaculares del mundo que sin lugar a dudas acaudalaría a cualquier propietario, si es que puede liberarse de su encantamiento.

De dónde viene el diamante Hope

Según algunos libros y registros, el diamante Hope se encontró por primera vez en un templo hindú, adornando la frente de un ídolo. Aparentemente, fue un sacerdote quien lo arrancó de esta efigie, quien murió tiempo después entre terribles y agonizantes sufrimientos.

Las leyendas cuentan que tras esta deshonra, los sacerdotes del templo maldijeron a todo aquel que estuviera en contacto con el diamante. Y, por lo visto, la historia parece haber cumplido este vaticinio.

La maldición del diamante azul

Uno de los primeros propietarios de la gema fue un comerciante francés llamado Jean-Baptiste Tavernier. A su suerte, pudo evitar la supuesta maldición vendiéndosela a Luis XIV, el emperador de Francia, que murió de gangrena y vio morir a todos sus hijos legítimos excepto a uno durante sus infancias.

Hope se quedó en la familia real hasta la Revolución Francesa, cuando fue robado y permaneció desaparecido durante algunas décadas. Más tarde reapareció en manos de un joyero holandés, Wilhelm Fals, quien lo cortó entre sus labores. Fals murió asesinado por su hijo Hendrik, que se suicidó años después. El siguiente poseedor fue Francis Beaulieu, quien tras gozar de la opulencia del diamante lo vendió para morir en la pobreza tiempo más tarde.

El rey de Inglaterra Jorge IV también lo obtuvo, y terminó muriendo endeudado con unos 100 millones de euros al cambio de hoy. Uno de sus propietarios más importantes, por su aportación en esta historia, fue el banquero Henry Philip Hope, quien le dio su nombre al diamante. Hope vio morir a su único hijo y a su esposa, envueltos en la miseria y heredando la piedra preciosa a su sobrino nieto, quien murió tiempo después en las mismas circunstancias.

Las últimas muertes en torno a la gema y su final custodia en el Smithsonian

Además de los mencionados, el diamante perjudicó también a quien lo codiciaba, no solo a sus dueños. Jacques Colot se obsesionó por la piedra y se suicidó. El príncipe ruso Ivan Kanitovski fue asesinado por él. La bailarina Lorens Ladue fue asesinada por su amante, comerciante de diamantes, que más tarde murió en un accidente con su esposa y su hijo.

El sultán Abdul Hamid II perdió el Imperio Otomano tras poseerlo. La adinerada Evalyn Walsh McLean compró el diamante a la casa Pierre Cartier y perdió a varios familiares y parientes cercanos en accidentes y muertes inesperadas. Derrochó su fortuna y terminó muriendo en un psiquiátrico.

Y continúa la infinita lista de millonarios y pudientes que se vieron menoscabados, supuestamente, por la existencia de este mineral tan preciado. El diamante Hope se donó finalmente al Museo Smithsonian de Washington D.C., Estados Unidos. Concesión que tampoco pasó inadvertida para esta maldición, cuando James Todd, encargado de entregar la piedra, sufrió un accidente que lo dejó incapacitado. Más tarde, según la historia, se lesionó la cabeza en otro contratiempo y después se quemó su casa.

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