La leyenda de Orfeo y Eurídice es la trágica historia de amor por excelencia. Quizá uno de los mitos griegos más famosos que ha inspirado a muchos artistas importantes, creando cuadros y composiciones con el propósito de honrar a estos dos grandes amantes que perdieron la oportunidad de disfrutar de su amor.

La historia de Orfeo y Eurídice se ha contado en muchas versiones con algunas diferencias entre ellas. El primer relato proviene de Ibycus (Circa, 530 a. C.), un poeta lírico griego.

Orfeo y la divinidad de su música

Orfeo es conocido como el músico más talentoso de la Antigüedad. Se dice que fue hijo de la musa de la poesía épica Calíope y el dios Apolo, de quienes tomó su talento extremo. Vivía en Tracia, en la parte noreste de Grecia. Orfeo tenía una voz divinamente dotada que podía encantar a todos los que la escuchaban. Cuando se le presentó por primera vez la lira cuando era niño, la dominó en muy poco tiempo. El mito dice que ningún dios o mortal podría resistirse a su música, e incluso las rocas y los árboles se moverían para estar cerca de él y poder escucharlo.

Según algunos textos antiguos, a Orfeo se le atribuye la enseñanza de la agricultura, la escritura y la medicina a la humanidad. También se le atañe la astrología, la videncia y la fundación de muchos ritos místicos. Se decía que al escuchar la extraña y extática música de Orfeo se tenía el poder de ampliar la mente hacia nuevas teorías y perspectivas filosóficas de la vida.

Sin embargo, aparte de un talento musical inigualable, Orfeo también era un personaje aventurero. Se creía que había participado en la expedición de Argonáutica, el viaje de Jasón y sus compañeros Argonautas para llegar a Colchis y robar el Vellocino de Oro. De hecho, Orfeo jugó un papel vital durante la expedición en la que a través de su música puso a dormir al «dragón insomne» que vigilaba el preciado objeto y, por lo tanto, Jason logró obtenerlo. Además, la música de Orfeo salvó a los Argonautas de las sirenas, las extrañas criaturas femeninas que seducían a los hombres con una voz encantadora para luego matarlos.

Amor a primera vista

Orfeo solía pasar gran parte de sus primeros años en las artes idílicas de la música y la poesía. Su habilidad había superado con creces la fama y el respeto de todos aquellos que prestaban oídos. Tanto los humanos como las bestias quedaban encantados y, a menudo, incluso los objetos inanimados anhelaban estar cerca de él.

Fue en una de esas reuniones de humanos y bestias cuando sus ojos se posaron en una ninfa del bosque hermosa y tímida, Eurídice. Ella había sido hechizada por la belleza de su música y su voz, ambos jóvenes cayeron enamorados e incapaces de pasar un solo momento separados, decidieron casarse.

Orfeo y Eurídice enamorados
Orfeo y Eurídice enamorados

El día de su boda fue un día esplendoroso, con un clima perfecto, brillante y despejado. Hymenaios, el dios del matrimonio, bendijo su enlace y posteriormente siguió una gran fiesta que duró hasta el anochecer.

La tragedia griega de Orfeo y Eurídice

Sin embargo, la felicidad en las tragedias griegas no suele durar mucho. Había un hombre que despreciaba a Orfeo y deseaba a Eurídice para sí mismo. Aristeo, un pastor que había planeado una estratagema para conquistar a la bella ninfa.

Aristeo estaba al acecho, esperando entre los arbustos a que pasara la joven pareja. Al ver que los amantes se acercaban, tuvo la intención de saltar sobre ellos y matar a Orfeo. Cuando el pastor hizo su movimiento, Orfeo tomó a Eurídice de la mano y escaparon a través del bosque.

La persecución fue larga y Aristeo no se dio por vencido. Corrieron durante un largo tiempo sin parar y Orfeo sintió el tropiezo de Eurídice que cayó y soltó de su mano. Incapaz de comprender lo que acababa de pasar, Orfeo corrió a su lado con semblante frío y consternado. Veía en la cara de Eurídice que algo no estaba bien.

Mirando a su alrededor no vio rastro del pastor, este había presenciado el evento y huyó. A pocos pasos de distancia, Eurídice había pisado un nido de serpientes que la mordieron letalmente. Sabiendo que no había posibilidad de sobrevivir, Aristeo abandonó su intento, condenando su maldita suerte y a Orfeo.

Un plan de esperanza sobrenatural

Después de la muerte de su amada esposa, Orfeo ya no era la misma persona risueña que solía ser. Su vida sin Eurídice parecía interminable y no podía hacer nada más que sentir una pena agonizante por la ausencia de su amada. Fue entonces cuando tuvo la loca idea de ir al Inframundo e intentar recuperarla. Apolo, su padre, hablaría con Hades, el dios del inframundo, para aceptarlo y escuchar su súplica.

Orfeo agarró sus armas, la lira y preparó la voz. Se acercó a Hades y exigió la entrada al inframundo, explicando sus razones y cantando con su delicada e inquietante voz. Buscaba con su música transmitir al al Rey Hades y a la Reina Perséfone el dolor insufrible que padecía, suplicando la vuelta de Eurídice.

Hades lloró abiertamente, el corazón de Perséfone se derritió e incluso Cerbero, el gigantesco sabueso de tres cabezas que vigilaba la entrada al inframundo, se cubrió las orejas con las patas y aulló de desesperación. La voz de Orfeo era tan conmovedora que Hades le prometió a este hombre atormentado la vuelta de Eurídice. La ninfa caminaría tras él en su viaje de vuelta al Mundo Superior, el mundo de los vivos.

Sin embargo, no todo sería tan fácil. Hades advirtió a Orfeo que bajo ningún concepto podría mirar hacia atrás mientras su esposa le siguiera en las sombras, ya que eso destruiría el pacto y la devolvería de inmediato al inframundo. Debería esperar a que los dos salieran de allí y la luz tocara la piel de su esposa.

Aceptando las condiciones, Orfeo comenzó su viaje fuera del inframundo, feliz por encontrar el modo de volver a vivir junto a su amada.

Orfeo y Eurídice saliendo del inframundo
Orfeo y Eurídice saliendo del inframundo

Durante el trayecto, el músico podía escuchar los pasos de su esposa, haciéndole imposible evadir la tentación de girarse hacia ella y abrazarla. No obstante, logró contener sus ansias con gran tesón y fortaleza, y continuó caminando sin darse la vuelta.

En el momento justo en que él pisó el mundo de los vivos se giró de inmediato para abrazarla. Sin darse cuenta de que ella no había traspasado el umbral todavía y fue arrastrada súbitamente al inframundo.

Después de un largo camino, Orfeo sucumbió en el último paso. Cayó en la angustia y desesperación, y estremeciéndose de dolor se acercó de nuevo al Inframundo. Esta vez se le negó la entrada, el mismísimo Zeus envió al dios Hermes para que no pudiera pasar.

La caída de Orfeo

A partir de entonces, el músico con el corazón roto vagó desorientado, día tras día, noche tras noche, en total desesperación. Nunca pudo encontrar consuelo, su desgracia lo atormentaba, obligándolo a abstenerse de contactar con cualquier otra mujer.

Sus canciones eran cada vez más tristes y desesperanzadoras. Su único alivio era tumbarse en una enorme roca para sentir la brisa del viento y observar el cielo.

Un día, un grupo de mujeres furiosas por su desprecio lo asesinaron, cortando su cuerpo en pedazos arrojándolo con su lira al fondo de un río. Se dice que su cabeza y la lira flotaron río abajo hasta la isla de Lesbos. Allí, las musas lo encontraron y le dieron un entierro adecuado. Cuenta la leyenda que de su tumba provenía una música lastimera, pero hermosa. Su alma descendió al inframundo donde finalmente pudo reunirse de nuevo con su amada esposa.

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