Pedro López, también conocido como «el monstruo de los Andes«, fue un prolífico asesino en serie de los años 70 que mató a más de 300 menores en varios países de América del Sur. Lo capturaron y juzgaron por sus crímenes, pero en lugar de ir a prisión lo declararon loco y lo enviaron a un hospital psiquiátrico. En el año 1998, fue puesto en libertad por buena conducta y no se sabe de su paradero desde entonces.

La raíz de su maldad

El padre de Pedro López, un hombre llamado Midardo Reyes, era miembro del Partido Conservador Colombiano durante la guerra civil del país. Una noche de diciembre de 1947 se peleó con su esposa y salió furioso a desahogarse en las calles. Contrató a una prostituta llamada Belinda López y la dejó embarazada. Al paso de 3 meses Midardo fue asesinado y tras seis más, Pedro nació siendo uno más de los 13 hijos de la mujer.

Cuando era niño, López fue testigo de innumerables actos de violencia y abuso que probablemente dañaron su conducta social. A los ocho años lo echaron de casa. Se dirigió a Bogotá, Colombia, donde conoció a un hombre mayor que aunque aparentaba tener la intención de ayudarlo, terminó por maltratarlo y abusar de él. A los 12 años entró en un orfanato del que huyó dos años después. Cuando cumplió los 18, Pedro se ganaba la vida robando y vendiendo autos. La policía por fin lo atrapó y lo mandó a prisión.

Los primeros asesinatos del monstruo de los Andes

Según su testimonio, en la cárcel recibió de nuevo maltrato y abuso por parte de otros reclusos. De los que recordó sus rostros y, uno por uno, los persiguió y mató antes de salir. Esta fue la primera vez que López cometió asesinato

Una vez que salió libre, el asesino empezó a desarrollar el que sería su modus operandi y selección de víctimas jóvenes. Comenzó a secuestrar, violar y matar a niñas pequeñas en pueblos chicos de Perú. Afirmó que en esa época acumuló más de 100 víctimas. En 1978 lo atraparon en algunos miembros de una tribu nativa, quienes ordenaron su ejecución inmediata. Sin embargo, un misionero cristiano estadounidense que ministraba a la tribu suplicó que le perdonaran la vida.

El misionero entregó a López a las autoridades peruanas, quienes lo dejaron libre por negligencia tan pronto se fue el cristiano. Pedro, al ver que había llamado mucho la atención, salió del país y regresó a Colombia, donde continuó sus ignominiosos delitos. Al poco tiempo se mudó a Ecuador, ya que no quería permanecer mucho tiempo en el mismo lugar, y ahí fue donde sus siniestras actividades cobraron fuerza. En varias declaraciones llegó a jactarse de que asesinaba a un promedio de tres personas por semana, alegando que era muy fácil para él hacerlo.

El monstruo de los Andes
El monstruo de los Andes
Fuente de la imagen: La Vanguardia

La captura del monstruo de los Andes

Durante un intento fallido de secuestro en 1980 en Ecuador, López fue capturado. Lo acorralaron varios comerciantes en el mercado local hasta que llegaron las autoridades policiales para arrestarlo. Durante el interrogatorio, el asesino confesó más de 300 asesinatos. A la policía le resultó difícil creer semejante abominación, pero una inundación repentina arrastró convenientemente la fosa común donde había ocultado muchos de los cuerpos de sus víctimas.

Después, el asesino condujo a la policía a 53 tumbas más, donde se encontraron restos de niñas entre nueve y doce años. Los informes de noticias de la época le dieron el apodo de «el monstruo de los Andes» debido a la naturaleza horrible y degenerada de sus crímenes. López fue juzgado por 110 asesinatos a pesar de haber confesado muchos más.

En 1983 lo declararon culpable pero clínicamente loco. Lo enviaron a un centro psiquiátrico para cumplir su condena con la ayuda de expertos en salud mental. En 1998 fue puesto en libertad de forma anticipada por buena conducta. El monstruo de los Andes, uno de los asesinos en serie más peligrosos de la historia, salió de Ecuador y no se le ha visto desde entonces.

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