Madame Delphine Lalaurie fue una adinerada dama de alta sociedad que sembró el pánico en la ciudad de Nueva Orleans durante mucho tiempo.

Cuando una catástrofe destruyó parte de su residencia en abril de 1834, la población se horrorizó al descubrir lo que había en su mansión: LaLaurie solía torturar a sus esclavos. Forzada a escapar de la ciudad, no hubo dudas de su culpabilidad, y los relatos de sus prácticas se hicieron cada vez más grotescos y extraños con el paso de las décadas. Incluso en nuestros días, la mansión LaLaurie se considera la casa más embrujada de la ciudad.

Los inicios de Madame Lalaurie

Delphine Macarty era su nombre de soltera. Nacería en algún punto del año 1775 y era una de las cinco hijas de Luis Macarty Barthelmy, un inmigrante Irlandés que se estableció en los Estados Unidos hacía el 1740. Su madre fue Marie Jeanne Lovable, conocida como «viuda Lecomte», pues había estado casada con un importante comerciante que murió en un accidente de carruaje. Ambos eran miembros destacados de la Créole, la alta sociedad de blancos descendientes de inmigrantes europeos. El primo de Delphine, Augustin Macarty, fue alcalde de Nueva Orleans entre el periodo de 1815 y 1820.

La vida social

Los eventos que solía ofrecer Madame Lalaurie eran verdaderos acontecimientos en el candelario social de Nueva Orleans. Un sinfín de cenas y conciertos tuvieron lugar en los pasillos y jardines de su mansión opulenta, donde se codeaban los estratos más altos de la sociedad.

La fiesta de compromiso de una de sus hijas fue uno de los eventos sociales más comentados de 1832 y contó con la asistencia de políticos, artistas y otras personas influyentes.

El incendio de 1834

Un gran incendio tomó por sorpresa a la Mansión de Lalaurie el 10 de Abril de 1834. Los propietarios no se encontraban en el lugar y las autoridades llegaron para combatir el fuego. En la cocina encontraron a una mujer negra de setenta años, la cocinera “preferida” de los Lalaurie, encadenada de las manos y tobillos. Más tarde, la anciana dijo que ella misma había iniciado el fuego como un intento de suicidio por temor a su dueña. Sus palabras fueron:

Tengo miedo de ser llevada al último piso. Nadie que haya ido ahí ha regresado.

Una vez que esto se publicó en el diario New Orleans Bee, la población intentó entrar en la residencia para evacuarlos. Como nadie sabía dónde estaban las llaves, rompieron las cerraduras y se encontraron con siete esclavos en un estado deplorable, algunos horriblemente mutilados…, había cadáveres colgados del cuello pendiendo de cuerdas, brazos y piernas cortadas aún presas de las cadenas y diversos instrumentos de tortura dispersos por la cámara. Los esclavos confesaron que los habían llevado a aquella cámara de horrores donde sufrieron terriblemente. Algunos habían estado allí durante meses.

Otro de los hombres en descubrir esta cámara de tortura fue el juez Jean-Francois Canonge, que más tarde fue testigo en juicio de lo que vio en la mansión:

Había una mujer desnuda con un collar de hierro lleno de espinas, prisionera a la pared por una cadena. Las abundantes heridas en la espalda mostraban el uso de látigos y hierros al rojo vivo. Una mujer contó que Madame Delphine acostumbraba a cortarla con una navaja y beber su sangre. A veces hundía sus manos y rostro en una vasija llena de sangre creyendo que así podría rejuvenecer.

Canonge continuó su testimonio:

Una anciana negra tenía una herida profunda en la cabeza y estaba demasiado delgada como para hablar o caminar. Un hombre había sido castrado y la herida cosida con hilo, la lengua también se le había cortado para que no pudiera quejarse.

Durante un interrogatorio, uno de los hombres de confianza de Madame LaLaurie confesó que la cámara de torturas se utilizó durante años y que su dueña se divertía casi a diario atormentando a sus esclavos.

Nada le daba más placer.

Los espeluznantes y fríos relatos enfurecieron a la población y, después de que la casa fuera apedreada, una turba armada con palos arrasó con todo excepto con las paredes inferiores.

La ropa y las joyas de la familia fueron saqueadas, los pasillos con sus muebles de lujo devastados y faltó poco para que la casa fuera enteramente quemada por la población. Una de las hijas de Delphine que se encontraba en la mansión fue atacada y si no fuera por la intervención de las autoridades habría sido linchada.

Espectáculo horrendo

Los esclavos que habían sido torturados terminaron en la prisión local, donde dieron testimonio sobre todo lo que habían pasado. Las audiencias públicas fueron bastante concurridas – más de 4,000 personas según el New Orleans Bee se presentaron a los procedimientos.

Durante la audiencia, las personas se desmayaban conmocionadas por la nauseabunda experiencia, hasta el punto de que el sheriff decidió restringir la presencia del público.

Lejos de terminar el espectáculo de horrores, el Pittsfield Sun dijo que semanas después del incendio y la evacuación de los esclavos, se empezaron a desenterrar cuerpos del patio trasero de la residencia. Ocho osamentas humanas completas se encontraron en el sitio donde los capataces de los LaLaurie afirmaron enterrar los cadáveres en tumbas poco profundas. Como si esto no fuera suficiente, otro trabajador confesó que había muchas otras víctimas cuyos cuerpos terminaron en un pozo seco en la parte trasera de la propiedad. Cuando abrieron el pozo, las autoridades encontraron huesos de niños que habían sufrido torturas similares.

La culminación de Madame Lalaurie

Supuestamente, LaLaurie tenía dinero en los bancos franceses pero nunca se conocieron las dimensiones de su fortuna. Lo que había en Louisiana se perdió para siempre. A pesar de esto, todavía tenía los recursos suficientes como para establecerse en la capital de Francia y mantener un alto nivel de vida. Sus hijas nunca se unieron a ella en Europa afirmando que ya no querían tener ninguna relación con ese horripilante ser humano.

Al final, la justicia no se hizo presente. Muchas personas concluyen que el demonio de Nueva Orleans pasó sus últimos días disfrutando del aire francés y nadie sabe si sus antiguas mañas de tortura llegaron a formar parte de su nuevo estilo de vida. Tal vez nunca lo sabremos…

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