Aunque muchos han oído las historias del jinete sin cabeza, son muy pocos los que conocen la verdadera leyenda de este asesino atroz.

No remontamos al año 1776. Estados Unidos se encontraba en los albores de su propio nacimiento, para el cual tendría que bajar primero al más terrible de los infiernos, la guerra.

Un pertinaz George Washington había iniciado la revuelta que lo desencadenó todo, la gran Guerra de Independencia. Tras varias batallas oscilantes entre el triunfo y la derrota, el que sería después el primer presidente de la nación se vio obligado a retirarse desde Manhattan ante la ofensiva británica.

Se encontraban entonces, él y sus soldados, en los alrededores de un asentamiento holandés llamado Tarry Town, al norte de lo que hoy es Nueva York. Junto al río Hudson, aquella zona es hoy conocida por sus historias y leyendas de fantasmas, brujas y ambiente misterioso.

No tardó en librarse una nueva lucha en la contienda, la batalla de White Plains. En la campaña, el ejército británico desembarcó sus tropas en el condado de Westchester, con la intención de cortar el paso a Washington y evitar sus rutas de escape. Ante este movimiento, el futuro presidente se retiró a la aldea de White Plains donde nuevos enfrentamientos lo llevaron de nuevo al norte.

Aquellas tropas sajonas se componían en gran parte por un conjunto de 30,000 jinetes de Hesse, que había reclutado el gobierno británico. Estos soldados, originarios de Alemania, eran unos temidos mercenarios de reputación salvaje, sanguinaria y encarnizada. Su nombre derivaba del estado germánico de Hesse del que provenían en su mayoría.

Con este horrendo prestigio, se presentaron ante los norteamericanos entre cañones y fusiles, en una marabunta de fuego cruzado en la que uno de los jinetes perdió la cabeza por culpa de un bombazo.

Este soldado germánico fue enterrado más tarde en el cementerio de Sleepy Hollow, quedando su cabeza destrozada y perdida para siempre en el campo de batalla.

Desde entonces, cuenta la leyenda, el jinete sin cabeza cabalga coléricamente buscando lo que le arrebataron. Más despiadado que nunca, envuelto en ira y venganza, desquitando toda su rabia contra todo aquel que se cruce en su camino. Si es que no puede encontrar la suya propia, cortará todas las cabezas que pueda al paso en que galope su caballo. Con la hoja afilada de su espada y tan rápido como pasa el viento, hendirá el estoque final por el cuello antes de que la víctima siquiera pueda escucharlo. Entre el silencio y la neblina turbia, sonará solo el ruido sordo del acero segador. Seguido por el golpe a plomo de la cabeza contra el suelo, seccionada de un plumazo y separada de su cuerpo.

El jinete sin cabeza

El mito del jinete sin cabeza fue descrito por primera vez en 1820 bajo el título La leyenda de Sleepy Hollow. El escritor romántico Washington Irving tomó el nombre de un coronel estadounidense para su personaje principal, Ichabod Crane.

Desde entonces, esta historia sirvió de inspiración para cientos de relatos y cuentos de terror del infame jinete sin cabeza. Una de las más conocidas es la adaptación cinematográfica del director Tim Burton de 1999, Sleepy Hollow. La película está protagonizada por Johnny Deep, Christina Ricci y un fantástico Christopher Walken como el jinete.

Si es que alguna vez visitas el norte neoyorkino, en el apartado valle de Sleepy Hollow, cuida tu espalda. No te alejes por el bosque, o quedarás sumido en una niebla profunda que te envolverá de frío e incertidumbre. Te llevará a encontrarte con el vil y atroz jinete sin cabeza.

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