Hace mucho tiempo, en el año 75 a.C., el que más tarde sentaría las bases del Imperio Romano, Julio César, fue secuestrado por piratas cuando navegaba por el mar egeo. En aquel entonces era poeta, sacerdote y aristócrata, y tenía solamente 25 años.

Lo capturaron de improvisto, lo llevaron a una isla cercana y lo encerraron en una pequeña celda local. En lugar de suplicar por su liberación, ordenó a sus captores que aumentaran la suma de su rescate. Poco después, los maleantes se arrepintieron de haber cometido tal crimen y sufrieron terribles consecuencias por sus ingenuos actos.

El secuestro de Julio César

Julio César se encontraba camino a la isla de Rodas en un viaje de negocios acompañado de varios asistentes y amigos, pero nunca llegó a su destino. En aquel entonces, el mar estaba asediado por piratas que se aprovechaban de quienes se cruzasen en su camino. Los corsarios abordaron el barco de César, capturaron a todos los tripulantes y los llevaron a una isla próxima al sur de Turquía. A todos ellos les ofrecieron dos opciones: pagar un rescate o ser vendidos como esclavos.

Según el autor Plutarco, los secuestradores pidieron inicialmente 20 talentos de plata, unos 620 kg, por el rescate. Pero reconsideraron la idea y recurrieron al consejo de César, cambiando a 50 talentos o 1,550 kg del preciado metal.

Ninguno entendía la petición del joven, aunque todos estuvieron de acuerdo. César envió entonces a algunos de sus asociados a recoger el motín, una tarea que tomó 38 días en completarse. Prácticamente solo con los piratas, permaneció inmutable e imperturbable, con solo dos asistentes y un amigo.

Con el paso de los días, comenzó a tratar a los piratas como subordinados, aprovechando el tiempo para componer discursos y recitar poesía. Compartió con ellos sus creaciones y transformó su situación de prisionero a líder. Casi sin darse cuenta del ingenio de Julio César, los piratas pronto lo respetaron y más tarde le otorgaron la libertad de hacer más o menos lo que quisiera.

Pintura El Remordimiento de Louis Jean Lagrenée que ilustra esta historia
Pintura El Remordimiento de Louis Jean Lagrenée que ilustra esta historia

El castigo de los captores

A fin de sus propios intereses, César logró dominar la situación manipulando a sus propios captores. Pero lejos de sentir clemencia por ellos, los amenazó con la muerte tras pagar su rescate.

Una vez liberado, Julio César cumplió su promesa. Aunque en la época no era más que un ciudadano de a pie, reunió a una pequeña flota que lo llevó de regreso a sus quehaceres. Los piratas no se habían tomado en serio sus advertencias y todavía estaban allí cuando volvió. Los capturó, recuperó la plata pagada y en venganza, tomó todas sus posesiones

Luego los entregó a las autoridades en la prisión de Pérgamo y viajó para encontrarse con el procónsul de Roma en Asia, Marcus Junius, solicitándole la ejecución de los bandidos. El diplomático prefirió venderlos como esclavos y quedarse con el botín, así que César volvió a Pérgamo para tomarse la justicia por su mano. Los ingenuos piratas se encontraban todavía detenidos y ordenó que los crucificasen de inmediato. Finalmente y después de tanta historia, César mostró cierta indulgencia y les cortó el cuello a todos.

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