Las discusiones sobre qué doblaje de cine es mejor son un debate tan eterno como inútil y absurdo. Las preferencias entre versiones originales y traducciones adaptadas tampoco son una verdad universal y absoluta. Como casi siempre, todo depende de donde se mire y, evidentemente, del gusto de cada uno.

A veces no es suficiente con la interpretación del actor mismo. A veces no tiene una voz correcta, persuasiva y solo tiene la apariencia. Cuando el diálogo se centra en contextos locales, en la idiosincrasia y la cultura de la audiencia, hay que adaptar el mensaje. Y no todos los espectadores están dispuestos o acostumbrados a leer subtítulos.

Estas cuestiones no denigran ni niegan el valor de las versiones originales subtituladas. Solo justifican la existencia y reconocen el valor de las versiones dobladas. La muchedumbre categórica y taxativa que solo atiende a sus propias razones y niega cualquier otra perspectiva debe entender que hay otros puntos de vista. Hay otras audiencias. Y el cine, como arte, debe servirlas a todas.

No hay doblaje mejor ni peor, como tampoco pasa en el idioma. Lo más lógico y razonable es que la lengua que se ha escuchado desde la infancia sea más familiar por costumbre. Y la que suene distinto, sea extraña, exótica y desconocida. Por mucho que la beligerancia ofuscada de Internet se empeñe en enfrentar peras con manzanas, no hay discusión posible. Ni siquiera tiene sentido.

Al césar lo que es del césar. El valor del trabajo de doblaje

Dicho esto, es un comentario obligado resaltar la labor de los actores de doblaje. De sus horas de estudio, de su interpretación y de su aporte.

Después de tantos años de trabajo, a quien escuchamos en el cine de audio adaptado no es a la estrella hollywodiense, sino a ellos. A quien reconocemos en varias producciones, de quien imitamos líneas de diálogo, a los que recordamos verdaderamente, es a ellos.

Sus voces perfectas e inconfundibles son un regalo al alma. Sus recitales y audiciones son conciertos hablados. Teatros sin vista. Orquestas de sinfonía vocal.

Parafraseando al gran Pepe Mediavilla, actor que inmortalizó las voces de Morgan Freeman, Leonard Nimoy o Ian McKellen en castellano, entre otros, los actores de doblaje «nos han hecho llorar, nos han hecho reír, enfadarnos, odiarlos y enamorarnos de ellos. Han logrado convencernos de que somos las únicas personas en el mundo que los estamos escuchando«.

Y con esa profunda reflexión, comparto su discurso completo. Su alegato de valor, sus fundamentos, su mensaje y el poder de su voz.

El Poder de la Voz por Pepe Mediavilla
Fuente del vídeo: Youtube Carlos Moreno Palomeque
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