Cuando recibimos un susto, nuestro cuerpo experimenta una serie de procesos fisiológicos y automáticos como mecanismo de defensa y supervivencia. Sin embargo, un sobresalto intenso puede desencadenar cuadros más peligrosos que incluso lleven a la muerte. Especialmente en personas con ciertas patologías.

Las consecuencias inmediatas de un susto

Lo primero que sucede en nuestro cuerpo ante un susto es la segregación de adrenalina. Esta hormona aumenta la frecuencia cardíaca, contrae los vasos sanguíneos, dilata las vías respiratorias y está involucrada en la reacción de huida del sistema nervioso. Es por eso que lo primero que sentimos es aceleración en las pulsaciones y la respiración. Contracción en los músculos y gestos de autodefensa.

Nuestro cuerpo se prepara, literalmente, para huir ante la amenaza que representa la causa del susto. Para salir corriendo y, si es necesario, de forma agresiva. Se trata de una reacción instintiva de supervivencia, automática e inevitable, que en muchos casos puede salvarnos la vida.

Pero hay que diferenciar entre un susto controlado y uno exagerado.

Cuando el sobresalto es algo esperado (por así decir)

Cuando el susto sucede en un entorno controlado en el que no es tan sorpresivo, por ejemplo viendo una película de terror, nuestro cuerpo reacciona de forma distinta.

Los niveles de ansiedad no son tan altos y la respuesta emocional es más sosegada. La segregación de adrenalina favorece al organismo, quemando calorías y aumentando el nivel de glóbulos blancos que mejoran el sistema inmune.

Cuando el susto es extremo y peligroso

En cambio, si el susto que recibimos es muy intenso la situación puede llegar a complicarse.

El aumento repentino de estrés agudo deriva en un exceso desorbitado de adrenalina y cortisol. Esto puede dañar órganos vitales, especialmente el corazón, provocando contracciones continuadas del miocardio que pueden llevar al colapso. El incremento de cortisol, además, desestabiliza el metabolismo y la glucosa en sangre. Por lo que puede ser factor de riesgo en personas con diabetes.

En términos físicos, las personas pueden experimentar sensaciones parecidas a las de un infarto. Incluso náuseas o acidez, debido a la segregación de ácidos gástricos del estómago.

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