Entre experiencias personales y leyendas urbanas, existe una enorme variedad de mitos que giran en torno a los espejos. Pero lo cierto es que la ciencia explica gran cantidad de ellos, como siempre acaba pasando, aunque mucha gente lo asocie al misticismo y al misterio. Hay tanto por descubrir en el funcionamiento del cerebro humano, que este tipo de fenómenos siguen siendo una sorpresa para la mayoría. En este caso, hablaremos de por qué observarse detenidamente al espejo, durante un tiempo prolongado, puede producir alucinaciones.

Quizá este asunto resuelva muchas de esas historias que circulan por Internet sobre «rituales» y prácticas extrañas. Quitándole este velo cuasi barroco y romántico al asunto de los espejos, resulta que todo tiene un porqué. Y no se trata más que de la adaptación neuronal y un aislamiento involuntario de la realidad. Una especie de estado de concentración que al mismo tiempo excluye la percepción del entorno, similar a los efectos de algunos estupefacientes y sustancias psicotrópicas.

El experimento que comprueba la teoría

Este curioso efecto de nuestro cerebro fue analizado y estudiado por un equipo de psicólogos de la Universidad de Urbino, en Italia.

Reunieron a 20 individuos organizados por parejas y sentados uno frente a otro en una sala de iluminación tenue, durante 10 minutos. Para comenzar el experimento, debían mantenerse la mirada con una expresión facial neutra, tratando de no realizar ningún gesto o movimiento. Tras el periodo de estudio, darían reporte expreso de sus experiencias, dando paso a otra nueva veintena para comparar resultados. El segundo grupo, en cambio, se sentaría frente a una pared, observándola por el mismo tiempo.

Tras recopilar el testimonio de las cuarenta personas, los que se habían intercambiado miradas habían reportado una serie de alucinaciones, describiéndolas como una experiencia profunda nunca antes vista. De este grupo, el 90% afirmó haber visto deformaciones en los rasgos de las otras personas. El 75% vio una figura monstruosa. El 50% identificó sus propias características faciales en el rostro del otro individuo. Y el 15% reconoció rasgos de algún familiar o conocido. En total, una diversidad de respuestas bastante amplia, pero concluyendo finalmente en el mismo efecto, la alucinación.

Las alucinaciones ante el espejo

Después de estas observaciones, el mismo equipo de psicólogos repitió el experimento en 2010. Esta vez, frente a un espejo.

Reunió de nuevo a 50 voluntarios, presentándolos ante un espejo bajo poca iluminación y observándose a sí mismos durante un tiempo determinado. En este caso, los resultados fueron muy similares pero un poco más sutiles.

Los individuos afirmaron ver algunas distorsiones en su propia cara, no tan exageradas como en el primer estudio, pero con un impacto mayor a nivel psicológico. El 66% vio su rostro deformado. El 28% se observó como una persona desconocida. El 18% se identificó con algún familiar, incluso ya fallecido. Y el 18% vio rasgos animales, como felinos u otras especies.

Alucinaciones

El estado disociativo que provoca las alucinaciones

Los resultados del experimento llevaron a los expertos a deducir varias conclusiones. Sin conocer aún todas las capacidades de nuestra mente, podemos explorar la divagación perceptiva a través de la mirada.

Cuando hablamos de que «los ojos son la ventana del alma», quizá no estemos tan lejos de la realidad si entendemos el dicho como una puerta hacia experiencias psicológicas casi desconocidas.

En este caso, estamos ante un fenómeno disociativo del cerebro. Ante un estímulo determinado, en este caso una mirada constante e inerte, la mente se aísla de la realidad. Queda inducida a una situación en la que separa el foco de atención de la vista periférica, dando pie a este tipo de alucinaciones.

Cuando mantenemos nuestra propia mirada frente a un espejo, es nuestra cara la que vemos deformada, produciendo un impacto más fuerte en nuestra percepción y dando lugar a un desorden de identidad visual.

Obviamente este fenómeno no dura más que el tiempo en que hagamos el ejercicio. Pero no deja de ser una experiencia psicotrópica natural, bastante curiosa para aquellos que lo lleven a cabo.

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