Cada vez se escucha con más frecuencia que las consecuencias de un pulso electromagnético serían nefastas para la vida tal y como la conocemos actualmente. Ya sea en relación a las tormentas solares u otros fenómenos naturales en La Tierra o el universo, ha crecido la especulación y el miedo en torno a este suceso.

Pero empecemos por el principio. El electromagnetismo es la rama de la física que estudia la relación que existe entre la electricidad y el magnetismo. Es una fuerza que resulta de la interacción entre partículas cargadas con energía de ambos tipos. En conjunto, es una de las cuatro fuerzas fundamentales del universo conocido, junto con la gravitatoria, la nuclear fuerte y la nuclear débil.

El electromagnetismo no es ningún descubrimiento reciente ni ningún terreno por explorar en la ciencia. Estamos rodeados de objetos cotidianos que funcionan con base en esta fuerza: desde antenas, máquinas eléctricas, microondas, plasma, fibra óptica, hasta investigación nuclear o meteorología por radar.

Qué es el pulso electromagnético

Partiendo de esta base, un pulso electromagnético o EMP es la consecuencia inmediata de una emisión de energía electromagnética de muy alta intensidad en un periodo de tiempo breve. Esto puede ser provocado por niveles altísimos de radiación, como en los casos de explosiones nucleares, u otros fenómenos naturales como las tormentas solares.

Posibles consecuencias en la actualidad

La atención que recibe actualmente este fenómeno no se deriva de su capacidad lesiva en cuanto a la salud de la población mundial. El pulso electromagnético no tendría consecuencias directamente dañinas para los seres vivos. El peligro que representa este suceso en realidad está más involucrado con la estructura y funcionamiento de nuestra sociedad actual, absolutamente dependiente de la tecnología.

Una emisión masiva y momentánea de energía electromagnética afectaría directamente a los sistemas de generación y transmisión de energía mundiales. Produciría averías graves, posiblemente permanentes, en transformadores eléctricos, transistores y otros elementos básicos dentro de nuestros sistemas de alimentación a todos los niveles. Perderíamos suministro para nuestro consumo doméstico, en la industria y en la infraestructura. Literalmente, todos los equipos eléctricos dejarían de funcionar y regresaríamos de un golpe a la vida del siglo XVIII.

Simulación postapocalíptica

Estas consecuencias catastróficas serían, por supuesto, resultado de un pulso electromagnético lo suficientemente potente como para afectar de forma súbita a todo el planeta. En caso de afectar solo a una parte no implicaría problemas de tales magnitudes, pero sí significaría en todo caso un colapso para buena parte del sistema que nos sustenta como sociedad activa.

Hay que tener en cuenta que a día de hoy, la tecnología no se emplea solo el ámbitos de consumo, producción y sectores de la industria. Todo el sistema financiero mundial está constituido por una red informática enorme, que depende directamente del suministro energético.

Si esto colapsase, la economía como concepto se desmoronaría y prácticamente todo el mundo, incluyendo empresas y grandes corporaciones, perderían el control de su propio dinero.

En pocas palabras, desaparecería el mundo tal y como hoy lo conocemos.

Antecedentes en la historia

Aunque este fenómeno puede ser resultado de eventos naturales, la verdadera preocupación en torno a él surgió con la posibilidad de la intervención humana.

La humanidad ya ha sido testigo de las consecuencias de un pulso electromagnético. Por un lado, las derivadas de las explosiones nucleares en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945; por otro lado, las pruebas específicas desarrolladas por los gobiernos de Estados Unidos o la Unión Soviética durante la Guerra Fría.

Hiroshima tras recibir el impacto de la bomba nuclear en agosto de 1945
Hiroshima tras recibir el impacto de la bomba nuclear en agosto de 1945, al final de la II Guerra Mundial

En todos aquellos casos, dichas consecuencias fueron mucho menores a las que suponemos que enfrentaríamos actualmente. La tecnología se ha integrado en nuestras vidas de manera exponencial en los últimos 80 años, y la diferencia entre el presente y mediados del siglo pasado es abismal en todo sentido.

El pulso electromagnético como arma bélica

Sobra decir que la tecnología militar es la más avanzada, por mucho, frente a cualquier innovación aplicable a la industria de consumo masivo. Si existe algún avance o descubrimiento en estas áreas, serán desarrollados principalmente en armamento o equipamiento militar en primera instancia.

En este contexto, los conflictos bélicos entre potencias mundiales parece que muestran ciertas tendencias a este tipo de enfrentamientos «pasivos» o «indirectos». No tanto con objetivos de mortandad, como era hasta ahora, sino de colapso y paralización socioeconómica.

En muchos sentidos, esto representa un debilitamiento mucho mayor para cualquier estado por todas las situaciones, sumamente complejas, que podrían desencadenarse. Aunque todo se traduce en especulaciones, eso sí, con un enorme interés de análisis estratégico y geopolítico internacional, el estudio y uso del electromagnetismo posiblemente signifiquen un cambio de paradigmas mucho más allá de lo que hoy podemos comprender.

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