Galicia suena a leyendas, a cuentos antiguos y a mitología milenaria sempiterna. Y entre nuestras tradiciones y nuestro gusto por disfrutar la vida en sus pequeños detalles, tenemos un fuerte vínculo con la muerte. Con el después. Con el alma imperecedera. Habla una de nuestras fábulas de San Andrés de Teixido, un lugar ó que vai de morto quen non foi de vivo.

San Andrés de Teixido es el destino de una peregrinación antigua que se cree que comenzó en la Edad de Hierro durante la cultura castrexa, anterior al Imperio Romano. Actualmente la leyenda se relaciona con el catolicismo y la creencia de visitar el lugar como condición para entrar en el Reino de los Cielos. Ubicado en los acantilados de la Serra da Capelada, en A Coruña, San Andrés de Teixido cuenta con un santuario al que se acude hoy siguiendo la recomendación ancestral.

Según la leyenda, quien hace la romería debe llevar consigo una piedra para dejar en el camino. Rocas que se amontonan en las orillas del trayecto próximo a su fin, en cúmulos que se llaman en gallego milladoiros. Estas piedras son la prueba de la promesa cumplida, que «hablarán en el Juicio Final» atestiguando la llegada del peregrino.

Santuario de San Andrés de Teixido
Santuario destino de la peregrinación
Fuente de la imagen: Guíate Galicia

Después de dejar la piedra y habiendo llegado al santuario, hay que buscar la fuente del santo y beber de sus tres caños sin apoyar las manos. Se pide un deseo y se arrojan al agua unas migas de pan, los sanandreses. Si flotan, éste se hará realidad. Tras estos rituales, los romeros pueden cumplir con ciertas ceremonias, más bien paganas, para conjurar ayuda en sus objetivos. Bajando a la orilla del mar, deberán encontrar una hierba, a herba de namorar, para invocar así su suerte en el amor.

Aquellos que no hayan visitado San Andrés de Teixido en vida, lo harán después, como almas en pena. Y si no, lo harán reencarnados en algún animal terrestre, como sapos, culebras o lagartos. Así reza el mito bajo el lema vai de morto quen non foi de vivo. Y quienes transiten la ruta y vean roedores cerca, reptiles o anfibios, deberán dejarlos en paz. Pues están cumpliendo su deuda de peregrinos.

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