El poder de la mente sobre el cuerpo humano es tan alto que es capaz de afectar al funcionamiento del organismo. El ritmo cardíaco y respiratorio, la presión sanguínea, el nivel de tensión muscular, la dilatación o contracción de las pupilas, la sudoración, el paso de la sangre, el tránsito intestinal, y muchos otros procesos dependen del estado mental y emocional. Se conocen casos de personas que pierden la memoria tras eventos traumáticos debido al intento de su mente por bloquear determinados recuerdos. Y otros que han padecido enfermedades, convulsiones, parálisis o problemas del habla por causas vinculadas al sufrimiento mental. Sin embargo, esta relación puede llegar mucho más allá de lo que uno puede imaginarse. La mente puede causar la muerte, aún cuando el sujeto goza de buena salud. Se le conoce como muerte psicógena.

Qué es la muerte psicógena

Es muy frecuente escuchar que alguien murió de pena, que se ha dejado morir o que ya no tenía más ganas de vivir. En muchos casos, esta descripción cuasi poética no es más que una interpretación de los sucesos. Pero en otros, es exactamente lo que sucede.

Recibe el nombre de muerte psicógena el deceso producido en ausencia de una patología o condición médica física que lo explique, y cuya causa principal es la influencia de la psique sobre el funcionamiento del cuerpo y la energía necesaria para vivir.

Este tipo de fallecimiento suele estar vinculado a la vivencia extrema de emociones como tristeza, miedo o vergüenza, vinculados generalmente con alguna experiencia traumática. En algunos de estos casos, el sujeto pierde la motivación y la voluntad de vivir y de alguna manera, se rinde psíquica y físicamente.

Es importante señalar que no se trata de un fenómeno derivado de la depresión u otras condiciones psiquiátricas, sino de un dominio total de las emociones sobre el instinto de supervivencia.

Las causas del padecimiento

Tradicionalmente, se ha considerado que la muerte psicógena se produce por alguna alteración cardíaca generada por la vivencia de un trauma. Por ejemplo, un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular desencadenado por la tensión emocional. Y es así en muchos casos.

Sin embargo, también se ha descubierto que muchas de estas muertes suceden por el cese de la motivación por vivir. Especialmente aquellas que no se vinculan con el miedo o la vergüenza, sino con la tristeza.

En términos fisiológicos, se presupone la existencia de una alteración cerebral en un área que rige la motivación conductual y permite que la persona oriente sus actividades hacia metas concretas como la supervivencia. Determinados eventos traumáticos pueden generar que este área deje de funcionar correctamente, lo que deriva a una progresiva pérdida de energía que inevitablemente puede llevar a la muerte.

Cómo evitar la muerte psicógena

Para evitar la muerte psicógena debe trabajarse en primer lugar en el incremento de la actividad del individuo. Así como en su percepción de control sobre su propia vida y su capacidad para adaptarse en el entorno social, sea cual sea el caso de entre los expuestos.

Deberá tratarse la situación traumática que ha podido generar el inicio del proceso y estimular el compromiso con uno mismo. Adoptar hábitos saludables que incentiven la socialización y la participación comunitaria. Encontrar metas vitales, motivos para vivir y hacia los que orientarse. Además, la psicofarmacología puede ayudar a fomentar un aumento de la vitalidad mediante el uso de estimulantes y sustancias como los antidepresivos, para multiplicar la actividad y reducir la pasividad.

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