Qué escribir cuando el tiempo de encuentra desprevenido. Cuando el día se vuelve aleatorio y el guión preparado se quedó obsoleto. Qué decir cuando las conversaciones se tuercen y tergiversan, y se pierde el hilo del discurso. A veces ya no importa el transcurso mismo de una idea, o de un hecho. De repente te encuentras en un punto cuasi desconocido del que solo tienes que partir, y entonces partes.

Atraviesas la puerta de cristal que te lleva a un espacio selvático y salvaje, donde nunca antes habías estado. Un lugar que reconforta por su belleza y su encanto, como si estuvieras en un cuento de final feliz que nunca se acaba. Y el mero hecho de estar ahí y rodearte de esa magnificencia voluptuosa es suficiente.

Qué escribir cuando solo quieres escribir y disfrutar el tacto del papel en blanco. Qué decir cuando solo quieres hablar, aunque las palabras vaguen en un mar insulso que no las lleva a ninguna parte. Cuando solo quieres sentarte en esa selva acogedora que te recibe con todo el entusiasmo del mundo, todo el que un buen paisaje puede transmitirte. Te acercas a tus hojas blancas y usas tus manos como plumas, dejas fluir la tinta como sangre de tus venas y llena huecos vacíos con pensamientos y reflexiones.

Miras al cielo y a los lados y te haces consciente del ahora, del momento exacto en que te encuentras y estás vivo. Piensas en las conversaciones que encerraron ocho años de historia. En los cafés que no te tomaste y en el que está humeante a tu lado en la mesa. Recapacitas en los «hubieras», en los «fueron» y en los «serán», quedándote en el «es» y en el «soy». Entiendes entonces por qué saliste a la selva, por qué estás escribiendo. Y sonríes, porque esa metamorfosis paradójica que está sucediendo es extremadamente divertida.

Dicen que la felicidad no es un destino, sino el camino que recorres para llegar a ella. Y es ahí cuando recuerdas el sentido de las cosas y el porqué de lo que haces. El escribir como culto a uno mismo, como instante íntimo e introspectivo sin aditivos ni conservantes. El contar por contar, por mero divertimento de una visión hedonista, por simple deleite y por puro recreo.

Qué más dan las explicaciones cuando dejan de necesitarse. Todo tiene una razón de ser, sí, pero a veces el todo es la razón misma. Y nada más importa, nada más existe que esas hojas escritas. Esas palabras compuestas con más o menos lógica que de algún modo cobran significado.

Qué escribir cuando el tiempo de encuentra desprevenido, más que de la distracción misma del tiempo mientras escribes concentrado.

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