Algunos tuvimos la suerte de nacer bajo cien tipos de lluvia, en el canto de una península tocada por los pueblos más antiguos. Navegamos entre ríos, rías y cabos que nos llevan del fin del mundo. Caminamos por calzadas roídas, trotadas por los reyes del pasado y dioses de otro tiempo. Respiramos el aire frío y salado de dos mares que dibujan con vehemencia las líneas de nuestra costa. Bebemos los mejores vinos, cultivados en cañones sagrados. Tenemos catedrales de piedra y de roca, en la tierra y en el mar, y a Neptuno, Breogán y Hércules de nuestro lado. Heredamos los bosques más profundos de los viejos druidas, la magia ancestral de los celtas hechiceros y los conjuros más bonitos de las meigas malvadas. Los que nacimos de este fulgor y aunque estemos por todo el mundo, nos juntamos la noche de San Juan para nuestra fiesta pagana.

La madrugada del 24 de junio

Cada noche del 23 al 24 de junio, la más corta del año, celebramos el solsticio de verano en un ritual tan viejo como nuestros antepasados celtas de más de dos mil años.

Antes de que los religiosos se apropiasen de la fecha, las tribus guerreras de aquellos tiempos encendían una hoguera y ahuyentaban a los espíritus malignos. Veneraban el fuego en símbolo del astro rey y danzaban con hechizos de protección, fertilidad y purificación hasta el amanecer.

La noche de San Juan o nuestra «noite meiga»

Después de todo este tiempo y sin sucumbir al olvido que a veces trae el mundo de ahora, los gallegos seguimos celebrando nuestra noite meiga. El cenit de un conjunto de tradiciones patrimoniales que nos devuelve por unas horas a las épocas más extraordinarias de nuestra historia.

Las hogueras de San Juan

El elemento es nuestra médula, un fuego purificador que quema los malos espíritus y todo de lo que nos queramos deshacer.

Nuestros mitos nos obligan a saltarlo tantas veces como queramos pero en número impar, para atraer así la protección y la buena suerte.

Casi siempre nos reunimos por decenas alrededor de una hoguera, la observamos en la oscuridad de la noche, escuchamos su crepitar intenso consumiendo la leña vieja y brindamos por tiempos mejores.

El conjuro de La Queimada

Mientras la hoguera sigue su curso, recitamos nuestro propio conjuro. Mezclamos en una olla de barro aguardiente, café de grano, azúcar y cáscaras de limón. Prendemos fuego al brebaje y, al remover con calma, entonamos los versos en gallego del conjuro más bonito de nuestra cultura. Una oda para espantar las meigas y los meigallos, para protegernos del mal y para disfrutar el elixir.

Conjuro de la Queimada en la noche de San Juan

El agua de rosas

Después de la noche de fiesta y un sueño profundo los rituales cierran en la mañana del 24 con un lavado de cara purificador. Dejamos agua fresca macerando con pétalos de rosa en la madrugada y al amanecer nos limpiamos la piel en un buenos días que purga los últimos resquicios de todo mal.

En conjunto y fuera de todas las leyendas y los ritos, la noche de San Juan es un guiño solemne a nuestra memoria. Una ventana que se abre en solsticio para otear desde lejos lo que fuimos en el pasado. Las creencias y las virtudes de una cultura añejada que se resiste a quedar en el olvido, la magia perenne de la Galicia fantástica.

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