Las condiciones extremas de los paisajes más remotos de nuestro planeta los convierten en un cúmulo de curiosidades y singularidades extraordinarias. A medida que nos alejamos del ecuador de la Tierra y dejamos atrás los trópicos, acercándonos a los polos, los cambios en estilo de vida y hábitat se hacen más evidentes. Y esto sin tener en cuenta las costumbres y prácticas culturales de cada zona. Una de estas diferencias sorprendentes y hasta desconcertantes sucede en el archipiélago de Svalbard, en Noruega.

Svalbard es un conjunto de islas en el Océano Glacial Ártico ubicadas frente a Groenlandia que alberga multitud de caprichos de la naturaleza, pero también particularidades en la sociedad. En una de las tres islas habitadas del grupo se encuentra Longyearbyen, un pueblo en el que nadie puede morir.

Las características geográficas de Svalbard

El archipiélago se encuentra al norte de Europa y de todas las islas que lo componen, solamente tres están habitadas. La isla de Oslo, Hopen y Spitsbergen. En esta última, que es la más grande, se encuentra Longyearbyen, el mayor asentamiento de la zona. Cuenta con poco más de 2,000 habitantes y ostenta el título del pueblo más septentrional del planeta.

En este lugar, el hielo ocupa alrededor del 60% de la superficie. Los osos polares son la especie animal más abundante y las auroras boreales son un fenómeno habitual en los paisajes nocturnos. La luz del sol no llega durante más de cuatro meses al año y las temperaturas en invierno pueden descender hasta los 40º bajo cero.

Estas características geográficas y meteorológicas convirtieron a Longyearbyen en un lugar en el que nadie puede morir. Literalmente y aunque parezca algún tipo de cualidad morbosa, la muerte está prohibida desde 1950.

El porqué de la ilegalidad de la muerte en Longyearbyen

Detrás de esta extraña ley aprobada hace décadas en Svalbard hay un fundamento amparado por la ciencia que atiende específicamente a la sanidad y la seguridad pública de sus habitantes. Las bajísimas temperaturas alcanzadas en el archipiélago dificultan enormemente la descomposición de los cadáveres, lo que da lugar a la propagación de virus y enfermedades.

Por esta razón, cualquier persona diagnosticada con padecimientos terminales o en condiciones cercanas a la muerte, es trasladada de inmediato a poblaciones del sur. Esta ley recomienda incluso trasladar a mujeres embarazadas a punto de dar a luz, para evitar riesgos durante el parto relacionados con el frío extremo.

Esta ley, en definitiva, prohíbe a cualquier persona perder la vida en Longyearbyen. Y aconseja de igual manera no nacer en él. Una localidad en la que no se puede nacer ni morir, algo inédito que no se repite en ningún otro lugar del mundo.

Ciudad de Longyearbyen en el archipiélago de Svalbard
Ciudad de Longyearbyen en el archipiélago de Svalbard
Fuente de la imagen: Forbes

Los antecedentes que concluyeron en esta extraña ley de Svalbard

Muchos podrán preguntarse qué pudo haber sucedido para llegar a esta legislación. Resulta que en 1998 se descubrió en varios cuerpos exhumados el virus de una epidemia mortal de gripe que terminó con la vida de muchos habitantes en 1918.

A partir de aquel hallazgo pudo desarrollarse la vacuna contra ese virus específico y se estudiaron en profundidad los efectos del frío extremo en los procesos de descomposición post mortem. Debido a la conservación por congelación de los tejidos, los cuerpos no se deterioran, así como los microbios y otros organismos peligrosos.

Estas particularidades hacen de los cementerios un campo de cultivo altamente peligrosos, por lo que están prácticamente vacíos en Longyearbyen.

Después de todo, podemos considerar el archipiélago de Svalbard como uno de los lugares más fríos y excepcionales del planeta. El recóndito paraje en el que nadie puede morir.

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