Después de conocer el origen de algunas frases hechas en este primer artículo, aquí repasaremos otras expresiones populares que todavía se utilizan hoy en día.

Estar en Babia

Cuando alguien «está en Babia», según el lenguaje popular, está distraído y absorto en sus pensamientos, fuera de toda realidad.

Esta expresión viene de la Edad Media. Babia es un lugar, efectivamente. Se trata de una comarca en la provincia de León, Castilla y León, España, que colinda con Asturias. Durante la época, era un lugar de retiro y descanso para los reyes de León, un espacio paradisíaco y alejado de los asuntos de palacio, donde la corona se refugiaba esporádicamente.

Pero estas ausencias despertaban el interés y los rumores entre el pueblo, que preguntaban a los súbditos y allegados por el rey, quienes respondían evasivos que estaba en Babia. Un lugar en el que, metafóricamente, estamos todos de vez en cuando.

Poner la mano en el fuego

La recomendación popular es que no se debe poner la mano en el fuego por nadie. Esto es, no podemos poner en manifiesto un respaldo total absoluto por nadie, porque nada nos asegura que esa persona actúe como esperásemos.

Estas expresiones populares que se refieren a «poner la mano en el fuego» vienen de la Edad Media. Los germanos, entre otros pueblos, tenían un método para enjuiciar a quienes cometían alguna deshonra o rompían alguna norma en lo que se llamaba Ordalía. Un rito que determinaba la culpabilidad o inocencia del individuo, que consistía en algún tipo de tortura. La resistencia de la persona juzgada resolvía finalmente si era culpable o no.

Los métodos de tortura eran casi siempre pruebas de fuego. Sujetar hierros candentes o meter las manos en las llamas de una hoguera. Si el individuo presentaba pocas quemaduras significaba que Dios, juez en este rito, lo consideraba inocente, por lo que no debía recibir ningún castigo.

Tirar la casa por la ventana

Alguien que «tira la casa por la ventana» está haciendo gastos descontrolados muy superiores a los que acostumbra. Superiores incluso a sus mismas posibilidades.

Esta expresión figurada tiene su origen en un hecho literal. Cuando España empezó a celebrar los sorteos de Lotería Nacional en el siglo XVIII, bajo el reinado de Carlos III, el hecho de ganar grandes sumas de dinero de forma repentina era todo un acontecimiento.

Las personas afortunadas tenían la costumbre de arrojar, literalmente, todos sus bienes y pertenencias por las ventanas de sus casas, en símbolo del gran cambio que suponía poder comprarlo todo nuevo. Aunque quizás luego pudieran arrepentirse.

Tener los humos subidos

Decimos que alguien «tiene los humos subidos» o «se le subieron los humos» cuando actúa de forma prepotente y altiva, soberbia o arrogante. También se utiliza cuando esa persona presume de lo que no tiene o finge ser más de lo que es.

Entre todas las expresiones populares de este artículo, esta es una de las más longevas. Viene de la Roma Clásica, cuando las familias colocaban tallas y bustos de sus antepasados y generaciones anteriores en los atrios de las casas. El paso del tiempo envejecía las piezas más antiguas por la erosión del viento, el polvo, la contaminación y los humos. Dándoles un color más oscuro y desgastado. Lejos de aparentar abandono y descuido, este deterioro representaba poder, historia y un nivel aristocrático del que se presumía y se alardeaba entonces.

Montar un pollo

Aunque la RAE admite la expresión «montar un pollo», la forma original de esta frase hecha es «montar un poyo». Nada tiene que ver con animales ni gallinas, sino con la palabra en latín podium o podio.

Antiguamente, la sociedad romana organizaba pequeñas congregaciones en plazas públicas donde un orador se dirigía a los presentes para dar mítines o discursos. Lo hacía en una tribuna o podio portátil al que se subía para ejercer su uso de palabra. Y con frecuencia, el motivo de esta reunión eran asuntos políticos, movimientos o ideologías. Teniendo en cuenta estos temas, las diferencias entre los asistentes solían derivar en altercados con frecuencia. Hecho que terminó consolidando la expresión «montar un pollo».

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