Hoy en día, las consolas de videojuegos cuentan con discos duros de una capacidad exhorbitante, que incluso llega a ser insuficiente para soportar algunos juegos pesados. En la era de la nube y del entretenimiento en línea, cada vez es más posible emprender largas historias, abarcando hasta más de 100 horas de interacción salvadas automáticamente. Sin embargo, hace unos cuantos años, la cosa era muy distinta. Los que vivimos las primeras generaciones de la industria recordaremos lo que eran las Memory Card, especialmente quienes jugamos PlayStation y PlayStation 2.

Por aquel entonces, las consolas contaban con unos pocos MB de memoria RAM, y juegos largos como Sonic de Sega Megadrive eran imposibles de terminar a no ser que lo jugásemos durante varios días enteros. Algunas compañías incluían cartuchos de memoria interna, pero definitivamente no era un disco duro como lo que conocemos ahora. Hasta que Sony diseñó un accesorio para resolver estos problemas de almacenamiento, la Memory Card. Un dispositivo portable, pequeño, fácil de usar y compatible con cualquier PlayStation y PlayStation 2.

La necesidad de guardar el avance en las partidas

La quinta generación de consolas trajo consigo una serie de videojuegos largos, que exigían algún método para guardar el avance de la historia. De lo contrario, cada jugador debía empezar de nuevo la partida cada vez que encendiese su equipo.

La rápida evolución que experimentó la industria de desarrollo de videojuegos es algo muy comentado en este blog. La tecnología de hardware tuvo que adaptarse a marchas casi forzadas a las exigencias de los títulos que fueron saliendo. Tanto en gráficos como en audio, en el modo de interacción con el control y, por supuesto, en la duración del juego.

Parte frontal de la PlayStation con las ranuras de Memory Card
Parte frontal de la PlayStation con las ranuras de Memory Card
Fuente de la imagen: Pexels

Las ranuras de la parte frontal de la PlayStation y la Memory Card

Las primeras Memory Card contaban con solamente 1 MB de almacenamiento, que en su momento era suficiente. Ante la imperante necesidad de completar los juegos, era un complemento fundamental para cada jugador. Y pronto tuvieron su propia evolución ampliando su capacidad y hasta su catálogo de colores y estéticas.

Las dos primeras PlayStation incluían un par de ranuras en su parte frontal para insertar las tarjetas, que eran cartuchos pequeños (para la época).

Sony había diseñado su propio sistema de guardado, que también recordarán los más nostálgicos. En la pantalla de salvar y cargar partida, se mostraba una cuadrícula para cada Memory Card que indicaba visualmente cuánta capacidad disponible quedaba. Esa era toda la información que recibíamos y teníamos que calcular vagamente cuántas partidas extra podríamos registrar sin llenar el espacio total. O necesitaríamos comprar otra.

Todo este proceso hoy parece horrible y tedioso, pero era el pan de cada día hace solo un par de décadas. Las Memory Card de entonces salvaron, nunca mejor dicho, las horas de entretenimiento de muchos jugadores de la época. Hicieron posible completar los primeros juegos largos de la industria, y sentaron las bases del almacenamiento. Uno de los factores más importantes del gaming tanto en consola como en PC. De nuevo, las evidencias del desarrollo y la evolución de la tecnología.

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