El Tribunal de la Santa Inquisición nació en el año 1163 d.C. bajo el papado de Alejandro III. Acordó la persecución y castigo de todas las actitudes consideradas herejías por la Iglesia Católica. Las líneas de pensamiento que atentaban contra la ideología oficial religiosa de aquel momento. Este tipo de prácticas se expandieron por toda Europa a lo largo de los siglos, hasta que en 1478 se perfeccionaron en España los procedimientos de tortura inquisitivos más habituales. El tribunal del Santo Oficio se estableció formalmente a manos de los reyes cátolicos, Fernando e Isabel.

Esta revolución eclesiastica conocida comunmente como la Inquisición española, se expandió por el país y sus colonias en Europa y América. Se empleó para asegurar la ortodoxia de los cristianos que se habían convertido del judaísmo y del islam. Según los decretos reales emitidos en 1492 y 1502, se exigía que todos los judíos y musulmanes se convirtieran a la religión local o abandonaran la península. Al mismo tiempo, España había reclamado gran parte del Nuevo Mundo para sí misma y comenzó un proceso de difusión del cristianismo por todo el territorio.

Cuando una persona violaba las enseñanzas del cristianismo, el Tribunal de la Inquisición lo acusaba de hereje, un delito grave. Si confesaba, el castigo podría ser menor. Pero si lo negaba, era torturada hasta que los funcionarios escucharan alguna revelación. En el peor de los casos, las victimas morían en condiciones infrahumanas para así «salvaguardar sus almas».

La cuna de Judas

La Cuna de Judas, también conocida como silla de Judas, es uno de los artilugios de tortura más terribles usados en la Inquisición. Durante este martirio, se colocaba al hereje con un arnés sujetándolo por la cintura sobre un asiento afilado en forma de pirámide. Un sistema de cuerdas y poleas lo elevaban y dejaban caer sobre el asiento, que se insertaba en el coxis o el área genital.

La cuna de Judas
La cuna de Judas
Fuente de la imagen: History

Además de tortura física, este método agregaba la humillación de las víctimas, que se encontraban desnudas. En ocasiones se les ataba peso en las piernas para aumentar el dolor y el sufrimiento, en un proceso que podía durar varias horas o días. Para hacerlo todavía más atroz, el dispositivo nunca se lavaba. Por lo que desencadenaba infecciones, enfermedades y hasta la muerte a medio plazo.

El aspersor de plomo de la Santa Inquisición

El aspersor de plomo era un mecanismo que bañaba a las víctimas con plomo fundido, aceite o agua hirviendo, alquitrán o ácido. Constaba de una esfera hueca al final de un mango de hierro en el que se introducían los materiales incandescentes. La esfera estaba perforada, por lo que al moverse en oscilación constante, bañaba lentamente al hereje con el líquido de su interior.

Otras variaciones de este método de tortura consistían en verter directamente el metal fundido sobre la piel y el cuerpo de las víctimas, eliminando por completo el artilugio. Esta práctica causaba un dolor extremo, quemaduras graves y hasta la muerte. En algunas partes de Europa del este, se castigaba a los peores criminales vertiendo plata fundida en sus ojos.

El tornillo de mariposa

El tornillo de mariposa era uno de los dispositivos más utilizados en los interrogatorios de la Europa medieval. Constaba de un torno amarrado en una estructura de madera vertical que terminaba en barras metálicas dentadas y cortantes. El verdugo colocaba las manos de los herejes bajo el torno y enroscaba el mecanismo para que, al descender la barra, triturase poco a poco sus dedos y sus palmas.

El tornillo de mariposa
El tornillo de mariposa
Fuente de la imagen: Wikitionary

Este procedimiento se usaba principalmente para extraer información y confesiones de los prisioneros, ya que era muy doloroso y duradero. Existían otras versiones del mecanismo que aplastaban otras partes del cuerpo, como pies y tobillos.

El destripador de pechos

El destripador de pechos era un artilugio de tortura específicamente diseñado para mujeres. Fue uno de los métodos más brutales de toda la Edad Media. Se usaba como un dispositivo punitivo o de interrogación en mujeres delincuentes acusadas de adulterio, aborto autoinducido, blasfemia, herejía o brujería.

Constaba de unas garras metálicas al rojo vivo que se insertaban desgarrando y destruyendo los pechos de la víctima. El dolor infringido era terrible, causaba una gran pérdida de sangre y a menudo infecciones que terminaban con la muerte. En caso de sobrevivir, la víctima quedaba marcada con crueles cicatrices que tardaban mucho tiempo en curar.

La trituradora de cabezas de la Inquisición española

La trituradora de cabezas era un artilugio de tortura supuestamente usado solo por la Inquisición española. En este procedimiento, el verdugo colocaba la cabeza del hereje en un mecanismo metálico que sujetaba la barbilla y la parte superior de la frente. Mediante el giro de un torno, las piezas se apretaban y comprimían gradualmente, destrozando el cráneo de la víctima.

La trituradora de cabezas
La trituradora de cabezas
Fuente de la imagen: History Daily Org

Este método espantoso causaba primero el destrozo de los dientes y las mandíbulas, hasta daños irreparables en el cerebro y finalmente la muerte. En algunas ocasiones, el verdugo dejaba libre al hereje habiéndole infringido una serie de heridas graves e irreparables. La tortura podía extenderse por horas y resultaba agónica en cualquier de los casos.

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