Entre las muchas clasificaciones que se pueden hacer en el séptimo arte, hay una que especialmente genera debate entre espectadores, críticos, teóricos y puristas. La distinción entre lo que se pudiera considerar cine comercial y cine de autor. Pareciendo estos dos tipos claros antagonistas, podríamos agregar a la lista el concepto de película de culto, que también se sostiene entre la diversidad de opiniones y la subjetividad misma de los más cinéfilos.

Antes de entrar en descripciones y diferencias, debemos considerar que el cine es un arte. Y como tal, el arte no se puede clasificar como si fuera una ciencia exacta, cuadriculada e inmutable. Las creaciones artísticas se diluyen entre muchos territorios, estilos, géneros y subgéneros, como un fluido movedizo que recibe infinitas influencias de otras épocas y tendencias. Rara vez una película pertenece solo a una de todas las posibilidades, y es muy difícil hacer clasificaciones cuando lo más normal es que se trate de un híbrido de varios elementos.

De todos modos y aunque luego exista ese mestizaje, iniciaremos definiendo cada cosa.

El cine comercial y el estereotipo de lo miserable

Generalmente solemos relacionar el cine comercial con productos audiovisuales vacíos, plásticos y de baja calidad. Respaldados por grandes campañas publicitarias y fabricados por una industria viciada y hambrienta de dinero fácil.

Pierce Brosnan como James Bond, una de las sagas más taquilleras del cine comercial
Pierce Brosnan como James Bond, una de las sagas más taquilleras del cine comercial

Si bien es cierto que el cine comercial es aquel que se crea para contentar al público, esta cualidad no es necesariamente un defecto o una carencia. Las películas comerciales responden a las tendencias de la opinión pública, entendiendo por opinión pública la opinión del espectador. Es lógico pensar que la industria del entretenimiento busque satisfacer las necesidades y las apetencias de un público que claramente se está comunicando. Al igual que otros segmentos de esta industria, como el mercado de los videojuegos, el cine se ajusta a estos contextos para adaptarse a su audiencia.

Sería un poco hipócrita criticar a las productoras por hacer películas que generen dinero, como si no fuese ese el objetivo último de cualquier empresa, o como si las mismas productoras fuesen organizaciones caritativas. Si hay algo que el cine ofrece es diversidad, variedad y contenido para todos, por lo que podemos elegir cuanto queramos sin necesidad de generar ningún detrimento.

El cine comercial, pues, no hace más que enfocarse al público masivo produciendo contenido que va a gustar, en general. Es el que llena las salas de cine y el que genera conversación durante semanas. El que rebasa los récords de taquilla y el que ejerce influencia hasta expandirse a otras industrias.

Aunque este estilo está denostado por alguna parte de la audiencia, no deja de tener mérito. Porque cada vez es más difícil contentar a un público masivo y es muy difícil manejar grandes inversiones de producción. Hacer que una película recaude más del doble de su coste es una responsabilidad que no todos los directores pueden asumir, por eso el cine comercial sigue siendo el gran líder de esta industria.

El cine de autor y el falso intelectualismo

Si consideramos el cine comercial como claro enfoque en la audiencia, el cine de autor sería todo lo contrario. Un enfoque pleno en el director, su visión del mundo y su propia interpretación.

Jake Gyllenhaal protagonizando Donnie Darko, una de las películas más conocidas del cine de autor
Jake Gyllenhaal protagonizando Donnie Darko, una de las películas más conocidas del cine de autor

Volviendo a los términos artísticos, este caso resuelve como un lienzo en blanco, llenado por las ideas de un autor libre que no atiende a la demanda, al contexto ni a nada que no sea él mismo y lo que nos quiere contar.

En el cine de autor, el director tiene el papel protagonista, hablando de la creación, claro. Se deslinda completamente de las limitaciones que pueda haber en un estudio comercial y crea su obra con total autonomía e independencia. Estas películas suelen ser representaciones fieles a la visión particular del director, sus sentimientos e inquietudes, su ideología, sus reflexiones o sus críticas.

Al ser mensajes personales que el propio director transmite, a veces se considera al cine de autor como algo diferente, demasiado particular o incluso «intelectual». Muchos lo menoscaban como si fuera elitista o hecho para unos pocos. Pero lo cierto es que al no tratarse de algo enfocado en el receptor, no necesariamente utiliza un lenguaje, estilo o recursos que la audiencia espera o conoce. Más bien usa los elementos que el director considera más adecuados para transmitir lo que él desea, porque de nuevo, todo atiende a sus propias intenciones.

Es obvio que la audiencia del cine de autor sea menor que la del cine comercial, esta diferencia existe por definición. Pero eso no significa que sea poca.

De nuevo, el cine es inclasificable. Y en ninguna de estas definiciones cabe la relación con la calidad. Es muy habitual que a una misma audiencia les gusten títulos de un tipo y títulos del otro, sin siquiera darse cuenta de a qué estilo pertenecen.

Las películas de culto y la trascendencia en la historia

Entre las dos divisiones anteriores, pudiéramos considerar que surge una nueva etiqueta que se encuentra tanto de un lado como del otro.

Las películas de culto son aquellas que adquirieron una popularidad y admiración determinantes, y por ello sobresalen con el paso del tiempo marcando un significado histórico o cultural.

Escena típica de Psicosis de Alfred Hitchcock, considerada cine de culto y un clásico de la industria
Escena típica de Psicosis de Alfred Hitchcock, considerada cine de culto y un clásico de la industria

No es que exista una razón tipificada o unos estándares para alcanzar este título, sino que cualquiera de sus elementos pueden ser suficientes para ensalzarla como cine de culto. Sin embargo, hay una constante en las películas que alcanzan esta categoría, y es la controversia que hubieran generado.

La polémica suele ser el impulso en estos casos, casi siempre por romper los paradigmas construidos y abrir nuevos conceptos y tendencias. Marcar hitos en la historia de la industria o atreverse demasiado con algunos temas. A veces, las películas llegan a trascender este estatus y pasan a considerarse cine clásico de una forma universal y casi unánime. Una hazaña conseguida por algunas pocas.

Como vemos y pese a que la historia del cine fue creando sus propios caminos, su estudio teórico y su clasificación inicial, todo depende del ojo de la audiencia, de la crítica y del propio cine. Un arte voluble que muta y evoluciona, se fusiona y se reinventa como un lienzo en blanco o un guión nuevo, listo para ser escrito.

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