El 29 de diciembre del año 2013 se publicó en la plataforma audiovisual Vimeo un terrorífico vídeo que impresionó a millones de personas en solo unas semanas. Se trata de Lights Out, un cortometraje de horror de apenas dos minutos y medio que logró impactar a la audiencia de Internet hasta el punto de llamar la atención de Hollywood. El éxito apabullante de la pequeña producción lo llevó a la gran pantalla en 2016 en una película homónima que alcanzó una recaudación de casi 150 millones de dólares.

Lights Out en el festival Bloody Cuts Horror Challenge

El cortometraje surgió como un proyecto del director sueco David F. Sandberg en el marco del festival Bloody Cuts Horror Challenge. Este certamen acumula bastante prestigio en el gremio y reconoce a los mejores creadores de contenido de terror. En él, el trabajo de Sandberg lo llevó a conseguir el premio Who’s There? al mejor director. Y poco tiempo después de publicarlo en Vimeo, y más tarde en YouTube, se hizo rápidamente viral acumulando varios millones de reproducciones.

La producción del corto no llegó siquiera a los 1,000 dólares. Un hecho que demuestra que el buen terror no depende tanto de grandes presupuestos para efectos especiales. Sino de la calidad de las escenas, los planos, los cortes y la atmósfera generada a partir de los tiempos, la tensión y los sustos.

Ese minimalismo declarado fue la clave del éxito del filme. Una pequeña muestra de uno de los miedos más profundos del imaginario colectivo, la oscuridad.

La terrorífica atmósfera lograda en dos minutos y medio

Todo comienza con una mujer en su casa que se prepara para irse a dormir. Cuando apaga las luces del pasillo, antes de entrar en su cuarto, aparece una figura oscura y amenazante al fondo de la estancia que la observa fija e impasiblemente. Durante algunos segundos, la protagonista se da cuenta que la figura desaparece con la luz encendida mientras prende y apaga varias veces las bombillas. En ese momento de tensión, donde aparentemente la única protección de la chica es su propio interruptor, el corto sorprende con el primer susto acercando la entidad al marco de la puerta súbita y pavorosamente.

La protagonista asegura la clavija con la luz encendida, arrima la puerta y, envuelta en una maraña de miedo e incertidumbre se acurruca incrédula entre las sábanas de su cama. Llegados a este punto, es difícil no sentir empatía con la mujer, observando con recelo a la puerta entreabierta y refugiándose bajo las mantas como si fueran un escudo, igual que todos hicimos alguna vez.

Pero de pronto la luz del pasillo se apaga, y la lámpara de su mesita tintinea, obligándola a revisar el enchufe poniendo en peligro su propio brazo al sacarlo de la cama.

En unos eternos y sofocantes segundos bajo las cobijas, con la respiración acelerada y sumergiendo al espectador al mismo estado, la mujer vigila una última vez el pasillo para ver que al fin volvió la luz. Suficiente para relajarse en un alivio intermitente que parece devolverla a la cordura del «no pasa nada». Pero ese descanso no es mas que la falsa calma que precede al susto final, una entidad horrenda con los ojos en blanco y una sonrisa macabra, al borde de la mesita y la cama. Fundido a negro y créditos.

Cortometraje Lights Out de David F. Sandberg
Fuente del vídeo: YouTube Ponysmasher

El éxito de Lights Out

Después de todo, Lights Out se adueña de varios de los recursos más clásicos del cine de terror, pero de manera abrumadoramente efectiva. La simplicidad de la premisa es precisamente la clave de su acierto, el miedo más común de todos. El que reconoce la mayoría de la audiencia de un modo, además, extremadamente familiar.

Las reacciones de la protagonista son un fiel apego a lo que haría cualquiera aún en su sano juicio. Lejos de parecerse a los tópicos de la mayoría de películas del género, que terminan desquiciando y desesperando a quien las ve, Lights Out refleja la realidad con bastante tino. Y en pocos segundos consigue generar ese momento de tensión insoportable que hace vulnerable al más valiente. Que invade de dudas al escéptico y en donde una sábana se convierte en la única esperanza.

El susto final encierra la historia en un desenlace inevitable aunque desconocido. Donde lo más probable es el peor escenario pero el remate sin mostrarlo es la conclusión perfecta.

Este minimalismo lo fue todo para llevar la historia al cine. Aunque para muchos fue mejor el corto, donde no hicieron falta grandes presupuestos ni la inclusión de efectos para lograr el principal objetivo: el miedo.

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