El simple hecho de haber estudiado historia o estar rodeados constantemente de violencia gráfica en casi cualquier contexto, nos ha hecho una sociedad prácticamente inmune a los horrores que se viven en los conflictos bélicos. Estamos des-sensibilizados y ahora vemos cualquier situación escabrosa y abrupta como algo morboso y hasta frívolo. Pero esto no siempre fue así. Y por mucho que nos hayamos acostumbrado, lo más probable es que si participásemos en alguna situación extrema como una disputa armada, seguiríamos sucumbiendo a la llamada neurosis de guerra.

Este fenómeno psicológico, también llamado locura de trinchera, shock de trinchera, fatiga de batalla o síndrome de corazón de soldado es, en definitiva, un trastorno de estrés postraumático.

Afectó a un sinnúmero de soldados a lo largo de la historia, pese a que la primera vez que se realizó un análisis clínico de la patología fue durante la I Guerra Mundial. Si lo ponemos en perspectiva, es una reacción natural y normal ante las atrocidades que se ven, se oyen y se sienten en medio de una guerra. La devastación absoluta, la destrucción, la violencia, la muerte y la desmoralización, son el cóctel perfecto para destruir psicológicamente a cualquier persona.

La neurosis de guerra en la I Guerra Mundial

El estallido de la I Guerra Mundial fue la causa mayor de que los síntomas que presentaba este trastorno fueran analizados y compilados en un diagnóstico concreto.

La Gran Guerra marcó un antes y un después en estrategia militar y sobre todo en tecnología de armamento y de combate. Nunca antes se habían empleado los métodos de esta primera guerra moderna. Los soldados estaban acostumbrados a conflictos frente a frente y batallas con armas lentas y cañones. La I Guerra Mundial introdujo todos los avances técnicos y científicos que se desarrollaron durante el progresista siglo XIX. Metralletas, carros de combate, guerra submarina, aviones, gases tóxicos y un sinfín de herramientas diseñadas para la muerte.

Estos elementos aunados a su enorme poder destructivo y aniquilador, dejaban un escenario terrible y desesperanzador para cualquiera que lo observase en primera persona. Los soldados veían morir a sus compañeros y amigos de las peores maneras posibles, envueltos en sufrimiento y violencia extrema. Algo insoportable para cualquier mortal a día de hoy, aún estando «acostumbrados» como decíamos antes.

Muchos soldados se quedaban paralizados ante tal esperpento macabro, esperando en las trincheras a la siguiente orden o a las ofensivas mortales del enemigo. Lo que terminaban experimentando era la invasión total del pavor y el pánico más espantoso, algo que los llevó definitivamente a perder la razón.

Imagen perturbadora de neurosis de guerra
Imagen perturbadora de un soldado con neurosis de guerra

Algunos de los que desarrollaban síntomas de neurosis de guerra no podían dormir o lo hacían entre constantes pesadillas. Poco a poco perdían la noción del tiempo y dejaban de distinguir entre realidad y ficción. Entre lo vivido y lo soñado.

Síntomas y patología de la neurosis de guerra

Los primeros síntomas presentados por los soldados fueron mareos, cefaleas, temblores, amnesia o hipersensibilidad al ruido. Más tarde, se registraron otros como la pérdida del habla, trastorno del sueño, convulsiones musculares, espasmos faciales, ceguera histérica y otras afecciones.

En muchos casos, los soldados manifestaban lo que llamaron la mirada de los mil metros, una mirada perdida y desalentadora tras atestiguar alguna escena traumática.

A pesar de todas las evidencias, el fenómeno no fue bien definido hasta tiempo después. Los intereses de la guerra se alejaban de la posibilidad de dar de baja a soldados capaces por algún factor psicológico. Aunque con el tiempo se fue considerando el síndrome como una causa de fuerza mayor por la que los enfermos eran evacuados del campo de batalla. Sobre todo, en parte, por el temor a su comportamiento impredecible, que pudiera perjudicar el desempeño de los pelotones.

Mirada de los mil metros
Imagen de un soldado que presenta la mirada de los mil metros

Del rechazo a la cobardía y a la falta de patriotismo al psicoanálisis

Ante el total desconocimiento del trastorno y la falta de antecedentes, muchos relacionaron la sintomatología con cobardía, falta de valor y falta de patriotismo. Por supuesto, estos conceptos eran y son gravísimos en un contexto de servicio y disciplina militar. Muchos de los primeros soldados afectados fueron sometidos a consejos de guerra acusados de potenciales desertores. Algunos de ellos fueron incluso fusilados, ante la creencia general de que fingían sus síntomas por miedo al combate.

Todo cambió con la aparición del psicoanálisis. Los ejércitos comenzaron a integrar médicos psiquiatras entre los batallones para ofrecer terapia y tratamiento a estos enfermos. Esto supuso una modificación directa en la interpretación de los síntomas y en el diagnóstico final. No obstante, en algunos casos se llegó a utilizar el famoso electroshock, que dejó a los soldados todavía más afectados. Después de todo, lo único que mejoró sustancialmente la salud mental de los soldados fue el fin de la guerra.

Soldados desesperanzados en la Guerra de Vietnam
Soldados desesperanzados en la Guerra de Vietnam

La I Guerra Mundial marcaría entonces un antes y un después en los efectos del conflicto bélico sobre los combatientes. Fue toda una revolución tanto en industria militar como en medicina y psiquiatría, además de las obvias consecuencias político-económicas mundiales. En cuanto a la psicología y la comprensión de la neurosis de guerra, preparó al mundo para los enfrentamientos posteriores como la II Guerra Mundial o la Guerra de Vietnam, de la que también se conocen varios casos.

Un fenómeno que todavía sigue presente entre las líneas de combate y que nos enseña cómo a lo único que el hombre debe temer, en realidad, es al hombre mismo.

COMPARTIR: