Si echásemos un vistazo a la historia, la aplicación de penas y condenas por cometer delitos graves es uno de los factores que más evolucionó con el paso de los años. Desde tiempos antiguos existe la pena capital, la condena a muerte, y los métodos de ejecución de entonces eran impensables en una sociedad actual. A medida que ésta fue evolucionando y transformándose, comenzaron a considerarse conceptos éticos y morales como la honra, el respeto y sobre todo la muerte digna. Esta pieza del rompecabezas fue cambiando la manera de enjuiciamiento, pasando del aplastamiento por elefante, por ejemplo, a la inyección letal. Sin embargo y al margen de los debates al respecto de su existencia, los procedimientos actuales en torno a la pena capital son muy desconocidos. Durante la larga espera del reo a su conclusión final termina desarrollando un trauma psicológico del que se sabe poco, aunque resulta bastante comprensible. El llamado fenómeno del corredor de la muerte.

El pasillo de los condenados

Probablemente haya quien identifique al corredor de la muerte como «la milla verde», por la nomenclatura de la famosa película homónima. Este lugar tan arquetípico para unos, absolutamente desolador para otros, es un área de celdas dentro de las prisiones ocupadas por los sentenciados que esperan su ejecución.

El término «corredor de la muerte» se utiliza también para designar al periodo de espera antes de la ejecución misma. Un tiempo de letargo y agonía psicológica que muchas veces desencadena un fin aún más prematuro.

Los individuos declarados culpables bajo la sentencia de muerte, permanecen en este espacio durante los procesos de apelación disponibles, además del tiempo dispuesto antes del enjuiciamiento. Estos trámites son caros, lentos y complejos, por lo que en algunas jurisdicciones este periodo se prolonga durante años. La interferencia burocrática modificó en algunos casos de larga duración las leyes aplicables, facilitando el contacto exterior a los presos, si así se considera.

Aunque algunos países abolieron definitivamente la pena de muerte, cambiándola por sentencias de cadena perpetua, todavía se practica en muchos otros. Las iniciativas de los opositores a la pena capital sustentan su movimiento en la denuncia del aislamiento y la incertidumbre de los condenados. Aludiendo a la crueldad y a los efectos psicológicos colaterales.

El fenómeno del corredor de la muerte

Estos efectos están debidamente identificados como el fenómeno del corredor de la muerte. Se trata de un conjunto de trastornos psicológicos derivados de la angustia, la ansiedad y el tormento que experimentan los reos sentenciados a muerte.

El hecho de saber que pronto será la ejecución, pero que llegará sin previo aviso, aunado con las condiciones angostas en las celdas, influye negativamente en la estabilidad mental y emocional de los presos. Muchos experimentan delirios, paranoia, enajenación y tendencias suicidas, llegando a niveles peligrosos.

Este deterioro psicológico viene dado, sobre todo, por la prolongada permanencia en el corredor de la muerte. Lo que no deja de ser un daño involuntario de un sistema que, tratando de asegurar que la pena se aplique solo a los culpables, tarda más de lo debido.

Este trastorno es uno de los factores por los que muchas legislaciones estudian la viabilidad actual de la aplicación de pena de muerte. La ética, de nuevo, es el elemento fundamental que motiva estos intentos de cambio y progreso. Buscando siempre el avance hacia una sociedad más ecuánime y justa.

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