Edward Mordrake fue un hombre que, según nos cuentan, nació con una cara extra en la parte posterior de su cabeza. Según la historia del hombre de dos caras, este rostro tenía la capacidad de mostrar algunas emociones: llorar, sonreír… Y, lo más inquietante, Edward afirmaba que por las noches lo escuchaba susurrarle cosas diabólicas al oído.

Estas anormalidades o cualquier cosa más allá de lo usual siempre han atraído la atención de las mentes más curiosas. En los viejos tiempos, las personas con deformidades se consideraban monstruos y estaban marginadas de la sociedad, obligadas a vivir en aislamiento. De hecho, en la mayoría de los casos, fueron tratados como objeto de entretenimiento y muchos se ganaban el pan de cada día haciendo trucos o inscribiéndose en espectáculos y circos. Se tiene registro de múltiples casos de personas con deformidades severas, desde una niña que tenía tres piernas hasta el hombre con pinzas de langosta en lugar de manos.

Pero por encima de todos, este caso en particular con olor a leyenda, desconcertó durante mucho tiempo a investigadores y morbosos.

Edward Mordrake

La historia de Edward Mordrake

Las fechas exactas del nacimiento y muerte de Edward Mordrake son desconocidas, lo que hace que su historia sea aún más misteriosa. La única prueba de su existencia es el relato de las personas que supuestamente lo vieron y de los médicos que supuestamente lo trataron.

Mordrake pertenecía a una familia noble y pudiente de Inglaterra. Se le conocía como un caballero encantador, muy tranquilo y amable, estudiante brillante y muy talentoso. Pese a su extraña condición, solía tener bastante éxito entre las mujeres por su atractivo físico, pero todo cambiaba drásticamente y como es de esperar tras revelar su realidad.

Reproducción del cráneo de Edward Mordrake

El caso de Edward fue publicado en la revista Anomalías y curiosidades de la medicina en 1896 como uno de los casos más extraños y espeluznantes jamás conocidos. Según estos escritos, la cara no solo era completamente funcional, sino que tenía personalidad propia. Edward afirmaba que se comunicaba con él con intenciones maliciosas, hostigándole y conspirando para que cometiera varios delitos.

Conforme a las descripciones del rostro, los ojos tenían control propio, expresaban muchas emociones y observaban a su alrededor siguiendo a las personas con la mirada. Sus labios se movían constantemente y balbuceaban como si estuvieran murmurando.

Desenlace fatal

Edward lidió con la situación durante toda su vida hasta que las cosas comenzaron a írsele de las manos. El rostro era cada vez más hostil y lo acosaba. Edward, desesperado, pidió ayuda médica para extirpar a su gemelo malvado, pero los avances médicos de la época no eran suficientes.

Edward estaba atormentado y convencido de que el rostro no era algo humano, sino un trabajo del diablo. Creía que un ente maligno trataba de obtener el control completo sobre su cuerpo y temía por la seguridad de las personas de su entorno. Con el tiempo se aisló de todo el mundo y recluido en su propia angustia, se suicidó.

Antes de morir, Edward escribió una carta a quien pudiera encontrar su cuerpo. En la nota, suplicaba que la cara del demonio fuera destruida por completo antes ser enterrado «para que no continúen sus terribles susurros en la tumba».

La historia de Edward ha inspirado muchas canciones y programas de televisión como American Horror Story (quien reconstruyó el personaje que encabeza este artículo).

El misterio resuelto

El 24 de Abril de 2015 el sitio web de Hoaxes dirigió una investigación para comprobar la historia. El análisis concluyó que la revista médica que mencionaba el caso de Edward Mordrake era una publicación reales, pero la historia en sí, presentada por el autor Charles Lotin Hildreth entre otros, era total ciencia ficción.

Nunca se encontró evidencia del caso ni registro alguno, más allá de los escritos de Hildreth. Incluso hizo referencia a una Sociedad Cientifica Real que avalaba el suceso, que en realidad nunca existió.

Finalmente, aunque este caso se dio por cierto durante más de cien años, todo se ha quedado en una historia de terror más. De todos modos, vale la pena contarla por su singularidad y por el miedo de llevar la mano a nuestra nuca esperando no encontrar a alguien o algo acechando desde ahí.

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