A lo largo de la historia, son muchas las mujeres que destacaron en su tiempo por desobedecer algunos preceptos y restricciones marcadas por la tradición o la sociedad arcaica. En el último período de la época clásica de Japón, a partir del siglo VIII, la cultura ancestral de las islas se regía fuertemente por el confucionismo en filosofía, el feudalismo en economía y la Corte Imperial en política. Un contexto en el que pese a las aparentes limitaciones, surgió un grupo de mujeres guerreras llamado onna bugeisha, las mujeres samuráis.

Los guerreros samuráis, como es sabido, desarrollaban sus funciones en un balance perfecto entre el combate, el arte y la espiritualidad. Luchaban en nombre del honor, el respeto, la dignidad, la nobleza, la lealtad y el orgullo como parte de su credo. Y con base en estas leyes, las mujeres samuráis emergieron durante la Edad Media como un grupo de élite entrenado para defender el honor y el hogar en tiempos de guerra, cuando el hombre no estuviera o hubiera muerto en batalla.

El entrenamiento de las onna bugeisha

Durante aquella etapa en Japón, las mujeres vivían bajo el sometimiento cultural de su padre y su esposo. Su objetivo último sería convertirse en madre de familia culta y devota. En cambio, las onna bugeisha fueron entrenadas para hacerse cargo de cuidar el hogar y el honor de su familia las veces que fuera necesario.

En su adiestramiento no se contemplaba la katana, el arma por excelencia de los guerreros samurái. Pero sí otros tipos de dagas y sables de gran versatilidad.

La principal herramienta como guerreras era la naginata, una lanza larga con hoja curva para defenderse a distancia y evitar ataques cuerpo a cuerpo. Este arma permitía una gran eficiencia en combate incluso contra la caballería. Su uso extendido, así como su estética, la convirtieron en el símbolo icónico de las onna bugeisha. Para las distancias cortas, peleaban con un tipo de daga de hoja recta llamada kaiken y una variedad de katana más corta, el tanto. Complementando su equipo, también recibían instrucción para usar el arco y las flechas y así ampliar el perímetro de sus ataques.

Ilustración de una guerrera samurái portando una naginata
Ilustración de una guerrera samurái portando una naginata

Pese a que su preparación y entrenamiento se orientaba a situaciones defensivas ante posibles asaltos enemigos, hay constancia de la participación de las onna bugeisha en acciones bélicas ofensivas. Incluso hay varios nombres de mujeres samuráis que pasaron a la historia por sus proezas, aunque el grupo de guerreras fuera bastante reducido.

Las mujeres samuráis más célebres de Japón

Una de las onna bugeisha más conocidas es la emperatriz Jingu. Una mujer que trascendió en el tiempo entre la verdad y el mito tras asumir el gobierno de las islas niponas. Logró tomar el control del ejército en una ofensiva por conquistar Corea. Aunque su historia está en entredicho y no hay constancia de que sea verídica al cien por cien, se le representa culturalmente como una victoriosa y poderosa guerrera que se impuso ante las dificultades de una sociedad enfrentada.

Tomoe Gozen está considerada la mujer samurái más reconocida en la historia de Japón por haber sobresalido en habilidades de combate y en palmarés belicoso. A diferencia de las guerreras tradicionales, ella sí perfeccionó su empleo de katana que complementaba con tiro con arco y otras armas. Participó dirigiendo varias tropas en la batalla de Awazu en el año 1184. Una de las contiendas de las guerras Genpei entre dos facciones del clan Minamoto, uno de los cuatro grandes grupos que dominaron la política japonesa durante el periodo feudal.

Otra mujer célebre en estas disciplinas fue Hojo Masako, quien vivió en el mismo tiempo que Tomoe Gozen. Masako se unió a las onna bugeisha tras casarse con un shogun, un título concedido directamente por el emperador para los comandantes del ejército.

Fotografía de una de las onna bugeisha más célebres de Japón
Fotografía de una de las onna bugeisha más célebres de Japón

Nakano Takeko, una de las últimas onna bugeisha

Por último, el caso más contemporáneo es el de Nakano Takeko datado en el siglo XIX. Peleó en la Guerra Boshin, un conflicto civil de Japón que enfrentó a los partidarios del gobierno del shogunato Tokuwaga, una estratocracia feudal encabezada por jefes militares, con los defensores de la Corte Imperial. En batalla, lideró un ejército de mujeres y, tras ser herida de gravedad, decidió realizar el ritual de suicidio por desentrañamiento, conocido como seppuku o harakiri, para evitar ser capturada con vida por el bando enemigo.

Aunque las onna bugeisha no hubieran sido un grupo numeroso en su momento, sí marcó un hito en la historia de Japón y del mundo. Una selecta comunidad de mujeres guerreras que se enfrentaron a todo. Dejaron atrás los obstáculos y demostraron valor, honor y gloria dentro y fuera del campo de batalla.

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