Mal llamada espada, la katana es para Occidente uno de los símbolos más significativos de Japón y su cultura ancestral. Originaria de la isla más misteriosa y mística de todo el Pacífico, la katana es un tipo de sable que, a pesar de su fama internacional, tuvo un uso más limitado del que se cree.

Como un arma blanca propia de guerreros samurai, tiene implicaciones filosóficas y espirituales que van mucho más allá del propio duelo y la batalla. Está ligada estrechamente con las creencias y el misticismo nipón, tan fuertemente arraigados en su historia y su cultura. La katana es, sin lugar a dudas, uno de los elementos más importantes de la forma en que los japoneses observan y entienden el mundo. Un arma de altísima letalidad que traspasa los límites de la guerra y trasciende como una extensión del espíritu de quien la porta.

El vínculo entre el samurai y su katana

Las katanas eran armas increíblemente extraordinarias, merecedoras de un enorme respeto por aquellos que las conservaban y heredaban por generaciones. Su compleja y costosa elaboración, aunada con las importantes implicaciones espirituales, daban como resultado un sable invaluable, destinado solo para unos pocos.

La filosofía que envuelve al guerrero samurai se basa en la intrínseca relación que existe entre la katana y su portador. Desde el inicio del proceso de elaboración, el maestro artesano invierte una gran dedicación en su arte, imprimiendo, tal y como dictan las creencias japonesas, una parte de su alma en el sable.

Una vez la katana era terminada, el samurai destinado a desenvainarla se convertiría en parte de la esencia del propio sable, transmitiendo del mismo modo su espíritu a la hoja afilada.

Samurai con su katana

Los guerreros samurai, tal y como estaban concebidos, eran mucho más que simples soldados de guerra. La palabra samurai era una forma de vida, un modo de entender el mundo y desenvolverse en él, un símbolo trascendental de fortaleza, honor y lealtad. La sociedad nipona consideraba a estos guerreros como dioses en la tierra, dioses temidos y admirados por igual cuya naturaleza radicaba en sus katanas.

Los samurai portaban los sables enfundados en la cintura, como un emblema de autoridad, fuerza y valor. Un distintivo que los elevaba sobre cualquier otro. En esta estética, el hecho de desenvainar la katana no siempre iba relacionado con una actitud defensiva u ofensiva, sino algo más reflexivo y espiritual. Dado el vínculo que existía entre el samurai y su sable, mostrar la katana fuera de su funda equivalía a destapar su intimidad más profunda, su alma. Una especie de acto de sinceridad pura, de introspección y búsqueda del yo interior. La katana era conceptualizada como un ente individual con vida propia, capaz de trascender a través de las dimensiones.

La elaboración artesanal de la katana

Los maestros artesanos forjadores de sables y katanas eran conocidos también como forjadores de almas. Esta nomenclatura representa ampliamente el simbolismo y misticismo que giraba en torno al arma y a su complejo proceso de creación.

El hacedor del arma se aislaba socialmente para desempeñar su labor por el tiempo que fuera necesario. Debía transmitir su energía espiritual al sable y para ello requería un altísimo grado de disciplina, basada en el ayuno y la austeridad. Según estas creencias, la calidad del producto final dependía de la purificación del alma del maestro y su nivel de sacrificio. La katana mantenía un enorme vínculo también con quien la forjaba. Un vínculo que se cerraba definitivamente al entregarla al guerrero samurai.

Katana en detalle

Un arte de la metalurgia

La elaboración de la katana es un arte de la metalurgia. Tal y como los japoneses lo describen en su emocional poesía, deben «calentar el acero hasta lograr el color de la luna en el cielo de junio». Para después «enfriar la hoja en el agua, a la temperatura de un riachuelo en febrero».

En resumen, atraviesan tres fases fundamentalmente. Primero se mezcla tierra o barro con acero y hierro. El hierro forjado se cuece y se sumerge en el agua para templar la temperatura. Ambos metales se combinan en diferentes láminas que se doblan y superponen entre sí hasta lograr la dureza y elasticidad adecuadas. Tras este proceso, la hoja estará compuesta por múltiples capas reforzadas que otorgan la apariencia final además de la calidad única del sable. Para finalizar el arte, el maestro perfecciona el filo de la katana con procesos de endurecimiento en hornos de carbón. La última fase de templado determinaría las cualidades finales del arma, lista para montar en su empuñadura y ser envainada.

Sin haber un sólo método de fabricación, cada maestro conocía el suyo propio, dando lugar a sables únicos en el mundo, imposibles de replicar y altamente identificables.

Forjado de una katana

Las katanas en la actualidad

Después de sobrevivir como arte de combate durante varias dinastías y numerosas guerras, los más grandes arsenales de katanas en Japón fueron desvalijados tras la II Guerra Mundial.

Muchos de los sables milenarios se perdieron para siempre, llevándose consigo la tradición y fabricación ancestrales que tanto caracterizaban a la sociedad japonesa de entonces. Se prohibió toda industria de la katana, así como las artes marciales asociadas.

Años más tarde, el gobierno nipón autorizó por ley la reanudación de este arte metalúrgico. Eso sí, sujeto a una rigurosa serie de reglas. Una de estas normas exige que cada nueva katana sea registrada en el Ministerio de Asuntos Culturales de Japón, en parte para llevar un minucioso registro de las katanas existentes y también para distinguirlas de las hechas en otros países.

Actualmente, la katana es más un tesoro de colección que un arma de guerra. Por ello su fabricación está destinada más al componente artístico que a su potencial grado de letalidad. En algunos casos, llegan a pagarse grandes sumas de dinero por una buena pieza. Valor que jamás llegará a compararse con el profundo significado intrínseco de la katana en su origen y verdadera esencia.

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