Desde lor primeros pasos de la ciencia, la medicina ha sido uno de los campos más determinantes en la existencia de nuestra especie. Los descubrimientos, los avances y la inclusión de la tecnología médica favorecieron sustancialmente la calidad y la esperanza de vida de las personas. Gracias a esta disciplina y a su desarrollo a lo largo de la historia, hoy podemos gozar de lo que consideramos buena salud, buena atención médica y buena prevención. En este sentido, una de las mayores conquistas de la medicina es la vacuna y la investigación sobre nuestro sistema inmune.

Si no existiera la vacuna, estaríamos expuestos a un sinfín de enfermedades de todo tipo que a día de hoy ya están erradicadas. Enfermedades con alto grado de mortalidad y una sintomatología grave, capaces de mermar a poblaciones enteras.

La ciencia médica no solo tiene el objetivo de curar y paliar cualquier dolencia, sino también investigar la prevención y supresión de las mismas. Algo que, aunque actualmente han surgido todo tipo de movimientos que lo rechazan, ha aumentado considerablemente la duración de la vida del ser humano.

Edward Jenner, padre de la inmunología moderna

La primera vacuna de la historia fue desarrollada por un médico británico llamado Edward Jenner, nacido en 1749 en una localidad rural de Berkeley, Gloucester, Inglaterra.

Retrato de Edward Jenner
Retrato de Edward Jenner

Jenner padeció de viruela durante su infancia, dolencia que le dejó varias secuelas a largo plazo. La viruela fue una enfermedad infecciosa grave causada por el virus Variola, con un alto nivel de contagio y una mortalidad del 50%. Causaba vómitos, fiebre, llagas en la boca y erupciones cutáneas. Estas últimas evolucionaban a pústulas y costras, dejando cicatrices graves y protuberantes, muy características de la enfermedad.

En la edad adulta, Jenner tuvo su primer contacto con la medicina como aprendiz de cirujano, estudiando la ciencia más tarde y uniéndose a la asociación médica local. A lo largo de su carrera se adentró en el mundo de la investigación y publicó diversos estudios sobre varias enfermedades, además de otros campos como la ornitología.

En la década de 1790, enfocó sus conocimientos en estudiar la enfermedad que casi terminó con su vida. Con un punto de vista absolutamente filántropo, trataba de dar una solución al mundo para eliminar la viruela de una vez por todas.

La vacuna contra la viruela

La viruela fue una enfermedad devastadora en Europa durante el siglo XVIII. Se extendió rápidamente como epidemia y afectó a millones de personas. El rápido aumento poblacional de la época ayudó a esta propagación, convirtiéndose en una de las enfermedades más catastróficas de la historia.

Para evitar los contagios, en aquel momento se practicaba un método llamado variolización, una técnica que consistía en hacer una incisión en la piel del individuo sano y aplicar en ella el polvo de las costras de un enfermo de la viruela. Luego cerrar la incisión y aislar al paciente hasta que contrajera levemente la enfermedad, hasta lograr la recuperación.

Jenner conocía este procedimiento, pero trataba de descubrir un método más eficaz y menos arriesgado. Comenzó a investigar la viruela que se extendía entre el ganado. Observó la interacción entre las vacas y los ganaderos, especialmente los que ordeñaban a las reses y tenían mayor contacto físico con ellas. Estas personas terminaban presentado ampollas en las manos como síntoma leve y aislado, contraían viruela bovina. Cuando la epidemia de viruela afectaba a sus familias, ellos no se contagiaban.

A partir de este análisis, Jenner decidió profundizar más en el tema y el 14 de mayo de 1796 realizó un experimento, la primera inyección de una vacuna en la historia.

Extrajo pus de las ampollas de viruela bovina de una campesina llamada Sarah Nelme y lo inoculó al hijo de su jardinero, James Phipps. El niño cayó enfermo levemente una semana después durante dos días y se recuperó sin ningún problema. Al cabo de seis semanas, Jenner lo infectó deliberadamente con viruela humana para observar la eficacia de su método y no se produjo ningún efecto visible. Para comprobar el éxito de la vacuna, realizó el mismo experimento con otras 22 personas, obteniendo el mismo resultado. Ninguno de ellos sufrió enfermedades graves ni murió, por lo que su método había quedado demostrado.

Edward Jenner poniendo la primera vacuna de la historia
Edward Jenner poniendo la primera vacuna de la historia

Los primeros anti-vacunas y la expansión del nuevo método

Como suele pasar con cualquier descubrimiento o invento, el público se divide entre defensores y detractores. La vacuna de Jenner tuvo un recibimiento muy positivo entre la sociedad, comprendiendo que se trataba de una forma sencilla, rápida y eficaz para erradicar la enfermedad. Sin embargo, una serie de obispos y otros religiosos, filósofos ilustrados e incluso científicos, se opusieron fervientemente a su propuesta.

El método de Jenner contemplaba siete días desde la aparición de la viruela bovina para tomar las muestras, de esta manera la vacuna que se inoculaba era menos virulenta. Esta práctica concreta facilitó el desarrollo de vacunas posteriores usando microorganismos debilitados, hecho que aumenta las probabilidades de éxito y disminuye los riesgos considerablemente.

La vacuna se extendió poco a poco por toda Europa, marcando un antes y un después en la medicina y cambiando muchos paradigmas en la sociedad. En 1803 se creó la Real Sociedad Jenneriana en Gran Bretaña para financiar la vacuna gratuita en su territorio. En 1800, se empezó a practicar en España, expandiendo la vacuna a sus colonias en America y otras partes del mundo. Esta difusión fue un importante ejemplo de filantropía y nobleza a los ojos de Jenner, quien no vivió para presenciar los siguientes pasos de la medicina y la inmunología, como el descubrimiento de los gérmenes patógenos.

Ilustración de la vacunación masiva contra la viruela
Ilustración de la vacunación masiva contra la viruela

El legado de la vacuna en la medicina

El descubrimiento de Edward Jenner se complementó tiempo más tarde cuando Robert Koch y Louis Pasteur descubrieron los gérmenes. A partir de este avance, fue posible crear nuevas vacunas contra otras enfermedades graves como el ántrax, la rabia, el tétanos, la difteria o la peste, todas ellas desarrolladas a lo largo del siglo XIX.

El último caso de viruela se registró el 26 de octubre de 1977 en la localidad de Merca, Somalia, en un hombre de 23 años. El 8 de mayo de 1980, la Organización Mundial de la Salud dio por erradicada la enfermedad.

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