Hiroo Onoda fue un oficial de inteligencia del Ejército Imperial Japonés que luchó en la II Guerra Mundial y se convirtió en noticia décadas más tarde por no haberse rendido al final del conflicto, en agosto de 1945. Después de la paz, Onoda pasó 29 años escondido en la selva de Filipinas hasta que fue disuadido por orden del emperador Shōwa en 1974 para abandonar su puesto. Ocupó el rango de segundo teniente en el Ejército Imperial y, aunque es considerado el penúltimo soldado japonés en rendirse, su historia asombró al mundo entero.

El honor que mantuvo vivo a Hiroo Onoda

En 1944, Onoda llegó a la pequeña isla de Lubang, en el oeste de Filipinas, para espiar a las fuerzas estadounidenses en el área. Los aliados derrotaron al ejército imperial japonés en las islas en las últimas etapas de la guerra, pero Onoda, un teniente bastante hábil, evadió la captura. Mientras que la mayoría de las tropas japonesas se retiraron o se rindieron ante los estadounidenses que se aproximaban, Onoda y algunos compañeros se escondieron en la jungla. Descartando los mensajes que avisaban del fin de la guerra, pensaban que todo era un engaño para emboscarlos.

Sobrevivió 29 años con alimentos recolectados en la selva o robados a los agricultores locales. Después de perder a sus compañeros por varias circunstancias, para salir de su escondite en 1974. Su ex oficial al mando viajó a Lubang para verlo e informarse del relevo de sus deberes militares.

Onoda, vestido aún con su viejo uniforme, entregó su espada casi 30 años después de que Japón se rindiera. “Todos los soldados japoneses estábamos preparados para la muerte, pero como oficial de inteligencia se me ordenó llevar a cabo una guerra de guerrillas y no morir”, dijo. «Tenía que seguir mis órdenes como si dependiera de mi vida, el honor era lo más importante«.

Hiroo Onoda
Hiroo Onoda
Fuente de la imagen: El Confidencial

Su vida después de la rendición

Hiroo Onoda regresó a Japón, donde lo recibieron como un héroe, como una figura de otra época que emergió en la modernidad de la posguerra. Retomó su vida cotidiana, pero se encontró a sí mismo como un extraño en una tierra extraña, desilusionado con el materialismo y abrumado por los cambios. Simplemente no estaba cómodo.

Mientras tanto, toda la actividad bélica que había desplegado en Filipinas durante casi 30 años había desencadenado sus propias consecuencias. Allí se le culpó de múltiples asesinatos. Y aunque el gobierno lo perdonó, los familiares de las víctimas exigieron una compensación que finalmente se desestimó en juicio.

Se mudó a Brasil en 1975 tratando de buscar paz y creó un rancho ganadero. En 1984, fundó una organización, Onoda Shizenjyuku, para capacitar a jóvenes japoneses en las habilidades de supervivencia y campamento que había adquirido. Sus aventuras se encuentran detalladas en su libro No Surrender: My Thirty-year War, donde explica su historia y su visión filosófica sobre la vida y el honor

Onoda murió de insuficiencia cardíaca el 16 de enero de 2014, en el Hospital Internacional St. Luke de Tokio. El secretario en jefe del gabinete japonés y más tarde primer ministro, Yoshihide Suga, hizo algunas declaraciones sobre su muerte. «Todavía recuerdo vívidamente que me tranquilizó el final de la guerra cuando el Sr. Onoda regresó a Japón«.

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