A lo largo de casi cien años, entre los siglos III y II a.C. Cartago y Roma se enfrentaron en tres grandes guerras, las guerras púnicas. Comenzaron en 264 a.C. y concluyeron con la victoria de Roma, que derivó en la destrucción de Cartago en el año de 146 a.C. La primera fue consecuencia del alzamiento de Roma como potencia dominante en la península italiana y su intención por expandir su territorio. Cartago se erigía como una poderosa ciudad-estado en el norte de África y la principal fuerza marítima del mundo. La segunda guerra púnica causó más impacto en el transcurso de la historia, cuando el gran general cartaginés Aníbal invadió Italia y realizó hazañas nunca antes vistas. Sin embargo, Roma dominó en la tercera y última guerra, convirtiendo África en una provincia más de su poderoso Imperio.

Pese a la derrota de Cartago, Aníbal pasó a la historia como uno de los generales más ingeniosos y estrategas. Demostró una gran pericia durante la segunda de las guerras y llevó a su ejército casi a la victoria con una de las hazañas más arriesgadas de la Antigüedad.

La primera guerra púnica y el ascenso de Aníbal Barca

Durante la primera guerra púnica, Roma tomó el control de las islas Córcega y Cerdeña. Cartago estableció una base de influencia en el sureste de España, en la actual Cartagena, Murcia, a partir del 237 a.C., bajo el liderazgo del poderoso general Amilcar Barca. Mas tarde, en el año 221 a.C., su hijo Aníbal tomaría el control del ejercito cartaginés. De niño había hecho un juramento de sangre en contra de Roma y estaba ansioso por demostrar su patriotismo en batalla.

Ilustración de Amilcar Barca
Ilustración de Amilcar Barca
Fuente de la imagen: Biography

Dos años después de la muerte de su padre, el nuevo general se organizó y marchó con su ejército a través del río Ebro con rumbo a la conquista de Saguntum, hoy Sagunto en Valencia, una ciudad ibérica bajo protección romana. Allí declaró la ofensiva a Roma y dio inicio a la segunda guerra púnica.

La segunda guerra púnica y el paso a través de los Alpes

En esta segunda etapa bélica, Aníbal y sus tropas de 90,000 hombres, 12,000 jinetes y varios elefantes, marcharon desde España hasta los Pirineos y luego hacia el sur de Francia con destino a Italia. Se movían unos 16 kilómetros por día y eran atacados con frecuencia por miembros de tribus locales de la Galia.

Llegaron al río Ródano, donde lograron la increíble tarea de construir enormes balsas para transportar a los elefantes. Algunos de ellos cayeron al agua, pero nadaron hasta llegar a tierra firme. Al terminar el otoño, la nieve empezó a caer conforme se acercaban a los Alpes. Llegando a las montañas, Aníbal se vio obligado a dejar atrás sus máquinas de asedio y otros suministros que ralentizaban su progreso.

Durante esta travesía, las tropas y su general tuvieron que luchar contra el clima y la pendiente, además de las tribus hostiles que vivían en la sierra. Cuando llegaron al otro lado, 17 días después, el ejército se había reducido a 26,000 soldados en total y unos cuantos elefantes. Aun así, Aníbal confiaba en que saldría victorioso y condujo a sus hombres a las llanuras de Italia.

Ilustración de Aníbal cruzando el Ródano con su ejército y sus elefantes
Ilustración de Aníbal cruzando el Ródano con su ejército y sus elefantes
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Mientras tanto, los romanos no tenían idea del plan suicida del cartaginés. Nunca consideraron que haría semejante viaje y creían que todavía estaba en algún lugar de Hispania. Sin embargo, cuando supieron del avance de Cartago, enviaron al general Scipio para interceptarlos. Los dos ejércitos se encontraron en el río Ticino, donde los romanos fueron derrotados y su líder casi asesinado.

Con varias victorias de su lado, Aníbal tomó el control del norte de Italia rápidamente. Sin armamento para tomar ninguna de las ciudades, confió en su imagen de libertador para convencerlas de que se pusieran de su lado.

La atrevida invasión alcanzó su punto álgido en la Batalla de Cannas, en 216 a.C. Donde utilizó su caballería superior para rodear a un ejército romano dos veces mayor que el suyo, e infligir bajas masivas.

Desde el otro bando, Roma logró levantarse tras estas indignas derrotas y recuperó el control de Italia tras vencer en Hispania y el norte de África bajo el joven general Scipio, más tarde conocido como Scipio Africanus.

En 203 a.C., las fuerzas de Aníbal abandonaron la lucha en Italia para defender su territorio el norte de África. Al año siguiente, el ejército romano derrotó a los cartagineses en Zama, actual Túnez. Las pérdidas de Aníbal en la segunda guerra púnica pusieron fin a la expansión de Cartago en el Mediterráneo occidental. Redujo su influencia marítima renunciando a su flota y pagó una cuantiosa indemnización de plata bajo firma de tratado de paz para evitar la completa aniquilación. Hispania quedó finalmente bajo el control de Roma, garantizando su dominio a lo largo del mapa.

La tercera guerra púnica y el fin de Cartago

En 149 a.C., Cartago rompió el tratado con Roma al declarar la guerra al estado vecino de Numidia, hoy Argelia y Túnez. En respuesta, los romanos enviaron de nuevo un ejército al norte de África, comenzando así la tercera guerra púnica.

Cartago resistió el asedio durante dos años antes de que Roma pusiera al frente al joven general Scipio Emiliano, más tarde conocido como Scipio el Joven, en el 147 a.C. Tras endurecer las posiciones romanas alrededor de Cartago, Emiliano lanzó un fuerte ataque en el lado del puerto y destruyó casa tras casa a su paso hasta reducir a las tropas enemigas a su ciudadela. Después de siete días de un apocalíptico derramamiento de sangre, los cartagineses se rindieron. Los 50,000 ciudadanos sobrevivientes fueron vendidos como esclavos y la imponente superioridad de Roma en el mundo se hizo escuchar hasta el último rincón.

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