En su apogeo, Lucille Ball fue una de las mujeres más poderosas de Estados Unidos. Su programa I Love Lucydominaba la pantalla chica, con un promedio de casi el 60% de los hogares estadounidenses en su punto máximo. Ball y su esposo Desi Arnaz, protagonistas de la serie, innovaron como nunca antes se había visto en la televisión de la época. Por ejemplo, mostraron a una mujer embarazada en pantalla, uno de los momentos más reformadores en la historia del medio y la cultura pop. Pero a pesar de estos atrevimientos, considerados muy osados en aquel entonces, lo único que aparentemente pudo haber derribado a Lucille Ball fue el comunismo.

El contexto social de Estados Unidos en aquella época

En 1953, la élite de Hollywood estaba siendo arrastrada a un centro de atención condenatorio a la mínima sospecha de afiliación al comunismo. Ball era una de las personas más famosas de la época, lo que la situaba en una posición complicada cuando se reveló que estaba unida al partido unos 15 años antes

Para comprender la gravedad de la situación, primero debe entenderse el miedo colectivo al comunismo en Estados Unidos en los años 50. Se generó a partir de una combinación de hechos reales y otros infundados. Por un lado, se basaba en la revolución laboral rusa que siguió a la I Guerra Mundial y el movimiento laboral estadounidense. Por otro, en la creencia arbitraria de supuestos grupos de extrema izquierda que organizaban movimientos anarquistas para desmantelar la democracia estadounidense. La segunda intentaba exponer a simpatizantes comunistas y supuestos activistas famosos. Entre ellos se encontraban celebridades como Ball, Einstein y muchos otros que eran ridiculizados para ganar apoyo masivo del pueblo en contra del movimiento rojo.

El problema con Lucille Ball

La controversia de Lucille Ball se remonta a 1936, cuando se registró para votar y se afilió al Partido Comunista, junto con otros miembros de su familia. Más tarde, sostuvo que lo hizo para «apaciguar a su abuelo socialista«, pero nunca fue un miembro activo del partido. 

En 1953, Lucille se reunió voluntariamente con el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara para aclarar la situación, repitiendo que solo se había registrado como comunista a instancias de su abuelo y nunca se identificó a sí misma como tal. El testimonio fue enviado a J. Edgar Hoover, quien se desempeñaba como director del FBI en aquel momento

Ball fue absuelta de cualquier sospecha. Pero eso no impidió que la prensa publicara el 6 de septiembre de 1953 el titular «Lucille Ball was red» o “Lucille Ball era roja. Tal encabezado tenía el poder de arruinar potencialmente su carrera y, como el show I Love Lucy era filmado ante una audiencia de estudio en vivo, el esposo de Lucy, Arnaz, pensó que era mejor continuar con el show y abordar la situación de frente. 

Antes de filmar el episodio 68, The Girls Go Into Business, el hombre se dirigió a la multitud y explicó lo sucedido a todo el público, incluida la prensa invitada. Nadie hubiera predicho la reacción de la audiencia, quien se abocó a apoyar a Lucy más que nunca y casi de inmediato la absolvieron mediáticamente de cualquier duda. Más tarde, ese mismo año, el presidente Dwight D. Eisenhower invitó a Lucille Ball y al resto del elenco principal del programa a celebrar su cumpleaños en Washington. Hoy en día Lucille Ball y su famoso programa son reconocidos como tesoro nacional de Estados Unidos y esta historia se retrata en la película nominada al Oscar Being the Ricardos

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