La naturaleza de las emociones y su relación o no con los conceptos de alma y espíritu es probablemente uno de los debates más complejos de nuestra especie. Pero lo cierto es que los responsables de nuestros sentimientos son varios mecanismos cognitivos basados en procesos químicos que se desencadenan como causa y consecuencia de diversos estímulos externos. A lo largo de nuestra historia, filósofos y pensadores de toda ideología han centrado sus estudios en descifrar qué son los sentimientos, qué los compone y qué los origina. Uno de estos elementos, en teoría etéreos, de nuestro comportamiento es la felicidad, convirtiéndose en el arquetipo cultural de propósito de vida.

Después de todo, los que más se acercaron a entender esta parte de nuestra esencia son los neurólogos y endocrinos. Detrás de la felicidad hay todo un proceso biológico que se desata a partir de diferentes situaciones que dependen ya de la idiosincrasia, la educación y otros aspectos socioculturales.

Las hormonas de la felicidad

Estudios neurológicos y endocrinológicos identificaron cuatro hormonas que intervienen en nuestra sensación de felicidad: la endorfina, la serotonina, la dopamina y la oxitocina.

Para ponernos en contexto, las hormonas son sustancias segregadas por las glándulas endocrinas que influyen en los procesos biológicos del metabolismo. Permiten que nuestro cuerpo funcione, digamos, como una máquina programada.

Las hormonas de la felicidad

Las endorfinas

Las endorfinas son hormonas que segregan la pituitaria y el hipotálamo, que tienen algunas semejanzas con las sustancias narcóticas como los opiáceos o la morfina. Nuestro cuerpo la produce ante estímulos como el dolor, el consumo de alimentos picantes, el enamoramiento o la excitación y el orgasmo.

Sus similitudes con otros compuestos narcóticos se debe a su capacidad analgésica ya que generan sensaciones de bienestar, relajación, alegría y euforia en algunos casos.

La serotonina

La serotonina es una hormona que se encuentra principalmente en el cerebro y en el tracto gastrointestinal. Influye directamente en el estado de ánimo y su ausencia está estrechamente relacionada a otros aspectos psicológicos como la soledad o la depresión.

La dopamina

La dopamina se produce en el sistema nervioso y el hipotálamo y suele relacionarse con las sensaciones de placer en el cerebro. Según la ciencia, es la responsable de las percepciones de satisfacción y el refuerzo que motiva la ejecución de actividades que desencadenen repetidamente este químico. Por todo esto, se considera que la dopamina es responsable de las conductas adictivas.

En términos generales, el cumplimiento de objetivos a corto o medio plazo hacen que nuestro cerebro segregue esta hormona del placer. Podríamos considerarlo como la satisfacción de un trabajo bien hecho.

La oxitocina

La oxitocina es la hormona más enteramente vinculada a las relaciones sociales y emocionales. Específicamente, es uno de los químicos más importantes en los procesos biológicos desencadenados durante el embarazo y el parto. Así como en otros aspectos de interconexión social como la confianza.

La felicidad como medio y objetivo

Desde un punto de vista evolutivo y antropológico, todos los elementos que se relacionan con estas cuatro hormonas están presentes en aspectos que, como especie, aseguran la supervivencia y reproducción de la misma. Por tanto, no es descabellado pensar que la felicidad, como emoción compleja que incluye todos estos procesos químicos en nuestro organismo, existe como una fórmula natural para obtener tal fin.

La felicidad como medio y objetivo

A lo largo de nuestra vida invertimos gran parte de nuestro tiempo en comprender cómo nos sentimos y buscando la manera de sentirnos mejor. Nuestro comportamiento y la enorme capacidad que tenemos para generar emociones, muchas veces difíciles de gestionar para muchos, hacen más ardua la tarea de entender que detrás de todo ello existe una lógica.

Existe una razón científica que, si llegamos a analizarla, nos puede ayudar no solo a gestionar nuestro lado más humano, sino a detonar a propósito aquellas sensaciones que necesitamos experimentar. Sobre todo, la felicidad.

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