Dice el Trascendentalismo Kantiano que la mentira es un abuso, porque el lenguaje debería utilizarse solo para transmitir información verdadera. Pero no por nada el Criticismo es una filosofía idealista y utópica. Lo cierto es que la mentira nos ha venido acompañando desde que tenemos uso de razón y, más allá de los dogmas morales, la capacidad de mentir es algo que nos define y nos distingue como especie.

La mentira como proceso cognitivo

Mentir es un comportamiento humano complejo que requiere la intervención de varias áreas del cerebro.

Hay especies animales que dentro de sus códigos de conducta incluyen algunas prácticas «fraudulentas» y de engaño, como por ejemplo hacerse el muerto ante un depredador, con un fin de supervivencia.

En el caso de los humanos, la mentira también es considerada como el resultado de un mecanismo de defensa que se activa cuando nos sentimos amenazados. Aunque la amenaza, en este sentido, es más una cuestión de inseguridad psicológica que física.

La capacidad de crear una mentira elaborada y sustentarla en ciertos aspectos reales para darle veracidad, es un proceso cognitivo muy complejo más propio de los humanos, que además depende directamente del uso de un lenguaje.

Representación artística de las redes neuronales
Representación artística de las redes neuronales

Hay un estudio en la Universidad de Harvard que profundiza en las áreas del cerebro involucradas en la creación de la mentira. Este estudio, desarrollado por Giorgio Ganis y Stephen Kosslyn, destaca que el proceso cognitivo no es el mismo para crear una mentira espontáneas que para crear una elaborada.

La mentira espontánea

Según este estudio, cuando creamos una mentira espontánea nuestro cerebro utiliza parte del lóbulo frontal, relacionado con el funcionamiento de la memoria, y el córtex cingular anterior. Esta área facilita la supresión de la respuesta verdadera, por lo que mientras una parte inventa la mentira, la otra permite que suceda.

La mentira elaborada

Siguiendo esta línea de investigación, cuando creamos una mentira elaborada recurrimos a la corteza frontal derecha, que involucra la memoria episódica.

La memoria episódica está relacionada con las experiencias de vida del individuo y le permite generar recuerdos de su pasado y, a partir de ellos, imaginar sucesos del futuro.

El proceso químico que se desencadena en el cerebro a través de las redes neuronales no es el mismo según el tipo de mentira. Igual que tampoco es el mismo cuando decimos la verdad. Mentir es, literalmente, un ejercicio más complejo y profundo que decir la verdad.

Para crear una mentira recurrimos al área de la memoria y sobre todo a la de la creatividad, involucramos otros elementos como la toma de decisiones, la estimación de posibles respuestas a la propia mentira y el aspecto emocional positivo o negativo.

Teoría sobre componentes involucrados en el proceso

El acto de mentir es ampliamente investigado por muchos autores y estudiosos de la psicología empírica. Uno de los pocos que han logrado establecer un marco teórico en esta disciplina es Jeffrey Walczyk, quien desarrolló la Teoría de la Activación-Decisión-Construcción-Acción.

Se trata de un modelo cognitivo que define las cuatro fases involucradas en el proceso de elaboración de una mentira.

  • La activación, el detonante, las señales sociales que alertan al individuo de la solicitud de una respuesta o una verdad.
  • La decisión, el momento en que el individuo decide entre decir la verdad o crear una mentira. Este ejercicio cognitivo racional analiza la viabilidad y consecuencias de cada opción.
  • La construcción, la elaboración del mensaje falso. En esta fase se activa la memoria para dotar a la mentira de verosimilitud y garantizar, hasta cierto punto, que sea creíble.
  • La acción, la emisión de la mentira. En este proceso, el mentiroso debe controlar su conducta para inhibir los indicadores de mentira y bloquear la información veraz, analizar la respuesta de confianza o desconfianza del receptor y actuar en consecuencia.

Conceptualización de la mentira en la sociedad

El hecho de que todo el mundo miente alguna vez es ampliamente aceptado en la sociedad. Ya sean las llamadas mentiras piadosas o el encubrimiento de la verdad, esta práctica está más que asumida en las relaciones interpersonales. De todos modos, como en todo en la vida hay niveles y casos que van desde lo más inocente y bienintencionado a lo más calculador y miserable.

Dentro de los constructos sociales actuales, hay personas o incluso profesiones a los que se les permite, de cierta manera, el uso de la mentira. Algunas veces podemos «perdonar» esta práctica considerándola diplomacia, ingenio o astucia en políticos, representantes corporativos o cargos similares.

Bill Clinton en sus declaraciones durante el escándalo de Monica Lewinsky
El expresidente Bill Clinton en sus declaraciones durante el escándalo de Monica Lewinsky, «I did not have sexual relations with that woman»

La realidad es que en la mayor parte de estos casos, directamente no se espera el uso de la verdad, lo cual es bastante desalentador. El desarrollo social que ha terminado por construir estas figuras dentro de la estructura de la que formamos parte, ha llevado a este modelo permisible y extraño al que ya estamos acostumbrados.

No obstante, hay quien recurre a la mentira de manera patológica y anormal, incurriendo en la mitomanía y otros desórdenes psicológicos.

Mitómanos y mentirosos compulsivos

En los casos más extremos y peligrosos, la mentira puede significar un verdadero problema en la vida de las personas. Tanto para los que mienten de forma compulsiva, como para los que están en su entorno.

Representación de la mitomanía y el uso de la mentira

La mitomanía o pseudología fantástica es un trastorno psicológico en el que la persona afectada recurre a la mentira de forma repetitiva y patológica. Esta conducta se desarrolla principalmente para conseguir beneficios inmediatos, como la admiración o la atención. A la larga, produce justamente el efecto contrario, alejando a familiares y personas cercanas, que rechazan al mentiroso y lo aíslan, tras haberse sentido engañados y defraudados.

La evolución de este trastorno depende exclusivamente del factor repetitivo. Los beneficios inmediatos refuerzan la intención de repetir esta conducta, que tiende a convertirse en adictiva si viene acompañada por una sensación de impunidad en el mentiroso.

Con todo, la mentira es un recurso de sobra utilizado en nuestra sociedad. Resulta ser uno de los procesos más interesantes en el estudio del funcionamiento de nuestro cerebro. Sin duda una máquina de la que todavía sabemos muy poco. Pero más allá de la curiosa capacidad creativa y, digamos, resolutiva de nuestra mente, la mentira es un instrumento destructivo y pernicioso del que es mejor escapar.

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