La silla de Thomas Busby está considerada uno de los objetos malditos de la historia reciente. Se trata de una simple silla, tan común como cualquier otra. Pero que guarda, según las leyendas, un terrible pasado desde los años 1700.

La ejecución del asesino

Nos remontamos a principios del siglo XVIII, a la profundidad de Yorkshire del Norte, en el Reino Unido. Allí, un hombre llamado Thomas Busby fue condenado a muerte por asesinar a su suegro en un supuesto delito de ajuste de cuentas tras un negocio fallido.

Según cuenta la leyenda más extendida, a Busby se le concedió un último deseo antes de ser enjuiciado, a lo que respondió con una petición particular. Una última cena en su posada favorita, un pub que solía frecuentar en sus días de libertad.

Como era habitual entonces, las autoridades cumplieron con su promesa y Busby cenó en su restaurante. Pero al levantarse de la mesa, cuando los guardias procedieron a encadenarlo, maldijo la silla en la que estaba sentado. «Que la muerte llegue a cualquier persona que se atreva a sentarse en esta silla«.

La silla como tal, era una más dentro de la posada. Hecha de madera de roble, con respaldo y apoyabrazos, de una estética habitual en aquella época. Y guardando la misma apariencia que cualquier otra, se mantuvo en su lugar durante décadas sin que nadie sospechara nada raro de ella.

La silla de Thomas Busby

No se sabe si en ese tiempo alguien se percató de algún tipo de oscuridad alrededor del mueble. Según cuenta la leyenda, fue a partir de la I Guerra Mundial que empezaron a señalarla como un objeto extraño y perverso.

Fotografía de la silla de Thomas Busby en el museo
Fotografía de la silla de Thomas Busby en el museo
Fuente de la imagen: Wikipedia

Al parecer, los soldados que se sentaban en ella, reposando en el restaurante antes de partir al frente, nunca regresaban de la guerra. Los rumores de que la silla de Thomas Busby estaba maldita comenzaron a correr como la pólvora. Incentivando incluso a los más escépticos a intentar desmentirla. Testimonios más recientes hablan de un piloto y un obrero que hicieron sendas apuestas para probar que nada era real. Poco tiempo después, el piloto murió en una misión debido al fallo de su avión y el obrero fue aplastado por los muros de la casa que había construido.

Sea cual sea la verdad, lo cierto es que la silla nunca volvió a utilizarse. La antigua posada donde Busby cumplió su última voluntad es hoy un bar con un museo anexo dedicado a esta historia.

La silla de Thomas Busby permanece anclada a la pared, a varios metros de altura, para asegurarse de que nadie más vuelva a sentarse en ella.

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