La máquina de Antiquitera o Anticitera es uno de los objetos más misteriosos de la historia de la tecnología desde su descubrimiento en el año 1900. Se trata de la primera computadora analógica diseñada por el hombre y data, según las últimas observaciones, entre los años 200 y 100 a.C.

Aparentemente, es un artilugio mecánico compuesto por varios engranajes y discos interconectados. El estudio del mecanismo y su funcionamiento no fue nada sencillo para los investigadores, que atribuyen su creación a los científicos griegos de aquel periodo.

El hallazgo arqueológico

Este misterioso objeto fue encontrado por casualidad en 1900 y 1901 en las profundidades del Mar Egeo. Un equipo de investigadores y buzos se encontraban estudiando la fauna submarina de la zona y encontraron los restos de un naufragio romano de dos mil años atrás.

El hundimiento, probablemente ocurrido durante la conquista del Imperio Romano en las colonias griegas del Mediterráneo, se llevó consigo uno de los tesoros griegos más grandes encontrados jamás. Entre estatuas y figuras de cobre y mármol, bustos, monedas, joyas y obras de arte invaluables, estaba la máquina de Antiquitera.

Máquina de Antiquitera

Todo el hallazgo se envió al Museo Arqueológico Nacional de Atenas para ser analizado y clasificado. Pero el mecanismo pasó inadvertido durante años hasta ser examinado y reconstruido por el arqueólogo Valerios Stais. En un primer momento, Stais identificó el artefacto como un reloj astronómico, pero la enorme complejidad de su ingeniería distaba mucho del resto de elementos que lo acompañaron en el fondo del mar.

Décadas más tarde la máquina de Antiquitera fue analizada mediante imágenes de rayos X y gamma por el físico e historiador británico Derek John de Solla Price. Después de examinar el objeto a detalle, publicó en 1974 toda una tesis sobre el mecanismo, su funcionamiento y composición.

Las características y funcionamiento de la máquina de Antiquitera

El hallazgo de la máquina de Antiquitera supuso un antes y un después para la arqueología a nivel mundial. Significó que en la antigua Grecia se había diseñado una computadora mecánica, un artilugio sumamente complejo para aquella época, cuya función fue bastante difícil de descifrar ya con la tecnología de nuestra era moderna.

Los investigadores del equipo de Price descubrieron que la máquina se componía por un engranaje de 27 ruedas de las que tres de ellas contenían 127, 235 y 223 dientes. Tres números que no eran casuales, sino que forman parte de los conocimientos en astronomía de la ciencia de la antigua Grecia. Este descubrimiento no hacía más que llenar de dudas al equipo de investigadores, que incluso llegaron a replantearse la historia de la tecnología occidental.

Esquema de engranajes de la máquina de Antiquitera
Esquema de engranajes de la máquina de Antiquitera

Durante el apogeo de la cultura griega, la astronomía formaba parte del estudio de las matemáticas. Conocían el movimiento de los cuerpos celestes y podían calcular distancias y geometrías de sus órbitas.

Al parecer, la máquina de Antiquitera estaba diseñada para computar y predecir los ciclos de la Luna.

Las matemáticas y los ciclos lunares

Los griegos sabían que la Luna cambiaba en ciclos de 29,5 días. Pero esto significaba un problema en el calendario de 12 meses que manejaban, ya que sumaba 354 días, no los 365 del ciclo solar. No obstante, también sabían que 19 años solares son 235 meses lunares, lo que llaman el ciclo metónico. Esto implica que cada 19 años el calendario alcanza la sintonía perfecta con las estaciones. El número 127 estaba relacionado con la órbita de la Luna en torno a la Tierra.

Con esto, se demostró que la máquina de Antiquitera podía predecir posiciones astronómicas de hasta 19 años con fines de astrología y calendario.

Se sabe que para los antiguos griegos las fases de Luna determinaban cuándo sembrar, qué estrategia de batalla aplicar o cuándo celebrar los Juegos Olímpicos y el resto de Juegos Panhelénicos. Por tanto, el funcionamiento de esta máquina y su capacidad predictiva eran aplicados en calendarizar estos asuntos.

El número 223 tiene relación directa con el ciclo de saros. Un ciclo de 18 años y 11 días descubierto por los astrónomos babilonios tres siglos atrás para determinar cuándo habría eclipse lunar. Esto implicaba que la máquina de Antiquitera no solo predecía los ciclos lunares, sino también los eclipses.

Las hipótesis del creador de la máquina de Antiquitera

Los científicos e investigadores destacaron un detalle en la máquina que dio pie a varias especulaciones en cuanto al creador original del objeto.

La máquina de Antiquitera predecía la fecha exacta de los Juegos Panhelénicos, entre los que los más importantes eran los de Olimpia. No obstante, en la máquina los Juegos Ístmicos de Corinto aparecían con letras mucho más grandes. Esto, sumado a que los nombres de los meses de las ruedas eran corintios, los llevó a pensar que el diseñador y creador del mecanismo era de allí.

La ciudad más importante y rica de Corinto era Siracusa, donde residía el matemático e ingeniero griego más importante de toda la Antigüedad, Arquímedes.

Arquímedes

Según historiadores, Arquímedes fue asesinado por un soldado romano en Siracusa durante la conquista, y de allí se llevaron varios tesoros saqueados hacia Roma. Por lo tanto, para muchos científicos todo apunta a que el creador de esta máquina extraordinaria fue Arquímedes.

El legado de la tecnología de la Grecia antigua

Tras la caída de Grecia y Roma muchos de los conocimientos desarrollados por las dos culturas más grandes de la Antigüedad se fueron al Oriente y terminaron en manos de los bizantinos. El siguiente artilugio de características similares a la máquina de Antiquitera del que se tiene registro, lo desarrollaron los árabes en el siglo V.

Pese a todo, algunos investigadores creen que la máquina de Antiquitera formaba parte de un objeto mayor, una caja que contenía todo el conocimiento del tiempo, el espacio y el Universo. A día de hoy seguimos fascinándonos con la inmensa capacidad ilustre de las civilizaciones antiguas, la sabiduría y herencia más valiosa de la Antigua Grecia.

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