Aunque sus nombres están impregnados de esa «locura insana», la industria y la audiencia los reconoce como grandes directores. Stanley Kubrick, David Lynch y Lars von Trier forman parte de ese lado del cine a veces incomprendido, pero también muy valorado por los cinéfilos y la crítica.

Desde el nacimiento del séptimo arte, la industria del cine nos ha dado películas de todo tipo, pasando por los géneros más limpios e inocuos hasta el lado más oscuro de la gran pantalla. En muchas ocasiones un mismo director trata de explorar varios estilos y recibir gran variedad de influencias, pero hay algunos que pasaron a la historia como los más controversiales. Ya sea por sus guiones enrevesados y retorcidos, su insólita narrativa o sus temáticas de polémica y debate, de alguna forma han adquirido una fama internacional que los distingue y separa del gremio.

Cuando alguien se desvía de las corrientes de tendencia suele ser tachado como un loco. Pero lo cierto es que estos disruptivos son los que abren el camino de las generaciones posteriores. Los que descubren la moda y la difunden. Los que exploran las posibilidades de este arte infinito y los que se atreven a experimentar con cualquier cosa.

Stanley Kubrick, el misántropo de Hollywood

El director Stanley Kubrick fue una de las grandes figuras del cine, conocido por películas de culto como Eyes Wide Shut, 2001: A Space Odyssey, Spartacus, A Clockwork Orange y, sobre todo, The Shining, entre otras.

Stanley Kubrick

Tal y como se supo tiempo después de su estreno, en The Shining Kubrick ejerció tanta presión sobre la protagonista, Shelley Duvall, que terminó siendo internada en un centro psiquiátrico tras sufrir varias crisis nerviosas. Analizando su interpretación en la película y la enorme tensión de la historia a lo largo de la cinta, es fácil imaginar el ambiente intimidante del set de rodaje. Más aún compartiendo espacio con el imponente actor Jack Nicholson. Esta anécdota forma parte de ese halo de «locura» que envolvió al director durante años. Una fama que se asocia a sus películas, muchas de ellas grandes éxitos por tontear sobre la línea de lo políticamente correcto.

Dentro de su gremio, Kubrick es considerado como uno de los directores más influyentes del siglo XX. Laureado enormemente por una increíble precisión técnica en sus producciones y un simbolismo fino y elaborado.

Algunos críticos de cine lo tacharon de loco, misántropo, excéntrico, arisco, maniático y arrogante. Estos epítetos formaron parte de su imagen durante mucho tiempo, creando el mito que aún perdura y que probablemente se alejó bastante de las virtudes reales del director. Otros defienden su postura alegando que quizá pecaba de hipocondríaco y paranoico, pero no de lunático. Después de todo, nos dejó un legado de magnificencia y esplendor sin fecha de caducidad. Películas que aún sorprenden décadas después y que siguen marcando nuevas rutas hacia la renovación de la industria.

David Lynch y el cine surrealista

Admirador precisamente de Stanley Kubrick, David Lynch es uno de esos directores complejos que no hacen contenido para cualquiera. Dentro de su arte, que se extiende más allá del cine a la pintura, la música o la fotografía, Lynch es un abanderado del surrealismo y el dadaísmo.

David Lynch

Sus creaciones son casi un género en sí mismo, rodeado de una atmósfera misteriosa que va de la realidad al mundo onírico, complicándole la vida al espectador desesperado en busca del entendimiento.

Podríamos considerar sus producciones como cine raro, películas que no todo el mundo entiende y no todo el mundo disfruta. Pero hacer cine para unos pocos no deja de ser un arte complejo y exquisito. Algunas de sus películas más importantes son The Elephant Man, Blue Velvet, Twin Peaks: Fire walk with me, Lost Highway, Mulholland Drive o Inland Empire.

Según algunas fuentes, Lynch abandonó un tratamiento psiquiátrico por los efectos que implicaban en su creatividad y su trabajo. Cuando su terapeuta le afirmó que influiría en su forma de hacer cine, el director quedó espantado y no volvió a visitar ningún especialista.

Lars von Trier y el impacto al espectador

El director danés Lars von Trier supo destacar entre otros en la industria por su reivindicación y su carácter insurgente.

Lars von Trier

Estuvo envuelto en multitud de polémicas por controversiales declaraciones, en algunos casos consideradas antisemitas, y nunca le importó hacia quién dirigir sus críticas u objeciones.

Su cine, según afirmó en algunas entrevistas, es una especie de refugio ante sus fobias, que no son pocas, y sus propias necesidades. Su vida personal marcada por el trauma y el psicoanálisis son la columna vertebral de su estilo. Películas que incomodan, que no son fáciles de ver y que llegan a rozar la irritación en todos los sentidos. Aunque sus filmes no siguen una línea, sino que cada una es diferente, todas ellas comparten esas bases y buscan crear un impacto. Algo que sobradamente logra sin mucho esfuerzo dados sus recursos y sus formas.

Junto con el cineasta Thomas Vinterberg, fundó un movimiento reivindicativo a mediados de los 90, el Dogma 95. Una especie de reglamento para hacer cine que defendía los valores tradicionales y rechazaba el uso de tecnología o los efectos especiales. Podríamos verlo como un purista, pero no deja de ser un director fiel a sus maneras, a su modo de entender el arte y que, sin duda, dejó grandes momentos para el cine.

Algunas de sus películas más importantes son Dogville, Nymphomaniac, Breaking the Waves, Anticristo o Melancolía.

El cine como arte de rebeldía

Aunque, como todo en la vida, el cine está sujeto a las opiniones de la audiencia y de la propia industria, el arte no se puede meter en una caja esperando que se adapte a una forma cúbica, limitada y perfecta. Es un ente vivo, en movimiento, que fluctúa entre las emociones de los creadores y su propia visión del mundo.

El cine nunca seguirá un estándar o una pauta, siempre va a depender de los límites creativos de figuras como estos tres directores, que muchas veces, como vemos, no existen. Y como espectadores deberíamos regocijarnos en esta realidad, recibiendo infinidad de géneros y estilos, retos incluso mentales, para explorar nuestros gustos y nuestra propia percepción. Todo se trata de algo subjetivo, pero en eso consiste, al final, el entretenimiento y el arte.

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